Otro Cristo. Más allá del sacerdocio

Este es un trabajo de Miranda Formoso realizado para la materia Cartografías de la Comunicación III de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México (Verano 2025, Dr. Eduardo Portas)

Abstracto

En la elaboración de este trabajo, nos adentramos en el detrás de escenas de lo que es llegar al sacerdocio, a una vida religiosa en general, y a las decisiones a las que uno se enfrenta para aceptar el llamado del Señor. Entrevistando al padre Alberto Hernández Ibañez, descubrimos cosas de su niñez y juventud antes del seminario; durante su tiempo en él y sus días de estudio de la filosofía; hasta hoy, en donde nos revela lo que piensa sobre la falta de interés por la religión de estas generaciones, así como lo que ve de él a futuro, y qué le gustaría decirle a su “yo” del pasado. Este trabajo explora el tema de la conversión sacerdotal de primera mano, contribuyendo al tema desde una perspectiva realista y respetuosa, abordando cuestiones desde la tradición hasta la sociedad de riesgo en la que vivimos hoy en día.

Introducción

La tradición religiosa es una parte fundamental para al menos el 77% de los mexicanos actualmente, y desde la lejanía, los creyentes tienen un acercamiento hacia la iglesia formando parte de la eucaristía en las misas cotidianas de los domingos, pero pocas veces nos hemos parado a preguntarnos cómo es que los religiosos llegan a la vocación de su vida sin cuestionarse los sacrificios y el llamado divino de Dios. Es así que con esto en mente, mediante una investigación cualitativa profunda, se analiza cuál es la historia de vida del sacerdote Alberto Hernández Ibáñez con una gran trayectoria de 32 años.

Se buscan comprender los acontecimientos que lo llevaron a tomar esta decisión, por medio de una entrevista que se realizó dentro de su hogar: la Parroquia de San Francisco de Asís Ameyalco. El trabajo contribuye a observar desde una perspectiva diferente –desde una perspectiva menos celestial– la vida de un sacerdote más allá de fungir como una figura divina a la que la gente busca, pero también como un ser humano con rutinas, sueños y planes para el futuro. A través de este trabajo, se exploran las diversas facetas de una persona para llegar a ser la mejor versión de sí misma, reconociendo arrepentimientos y dificultades a lo largo del camino.

Preguntas de investigación

1.¿Cuáles fueron los factores personales, sociales y familiares que hicieron que decidiera perseguir esta vida religiosa y si acaso fue un momento de duda lo que hizo que quisiera profundizar esta fe?
2.A lo largo de su vida, ¿qué acontecimientos ha vivido o qué historias ha escuchado que hacen que quiera esparcir la palabra del señor en la gente de México y por qué está convencido de que la gente puede encontrar una solución a través de la religión?
3.¿Ha tenido momentos de duda? ¿Es normal para un religioso dudar en sus creencias o se mantiene firme desde el momento en el que deciden tomar este camino?
4.¿Qué sacrificios se han tenido que hacer para llegar a este momento en su vida? ¿La compañía de Dios es suficiente para ellos, o hay momentos de soledad en los que desearían haber tomado otro camino?
5.¿Encuentran satisfacción y gozo en poder ayudar a la gente en México, considerando que es uno de los países en los que más católicos hay?

Objetivo de investigación

– Analizar los factores personales, sociales y familiares que hicieron que decidiera perseguir esta vida, así como profundizar su fe.
– Comprender qué acontecimientos ha vivido y qué historias ha escuchado que hacen que quiera esparcir esta fe con la gente en México, así como percibir por qué considera que la religión ayuda a la gente en crisis.
– Identificar los momentos de duda, si es que los ha habido, o en su defecto, entender por qué se han mantenido firmes respecto a su fe en cuanto decidieron tomar el camino de la religión y esparcimiento de la palabra del señor.
– Localizar los sacrificios que ha tenido que hacer para llegar al momento de vida en el que se encuentra, así como preguntar sobre momentos en los que desearían haber tomado otro camino.
– Medir el nivel de satisfacción que encuentran por poder ser una red de apoyo para la gente en México, considerando que es uno de los países en los que más católicos hay.

Justificación de la investigación

En trabajos sobre el tema, la vida religiosa de una persona se explora desde un punto de vista bastante aislado; un punto de vista que podría resultar puramente narrativo sobre las actividades que un religioso realiza, o en casos particulares, siempre se busca explorar un “por qué” de las varias creencias y actitudes que tienen hacia la religión. Nunca tanto sobre los sacrificios y la soledad que conlleva conseguir tener un puesto en la Iglesia Católica.

Una historia de vida busca explorar justamente eso. Considero pertinente indagar en la vida de un sujeto con esta pasión, vital para entender un poco más las decisiones que la gente de fe toma para centrarse en una vida puramente dedicada al Señor, y más en México, que es un país con aproximadamente el 70% de creyentes. Es por eso que para este trabajo pienso que es importante centrar un poco de nuestra atención a la narrativa de una persona desde una entrevista, para que de primera mano nos pueda contar sus experiencias personales, y lograr entender desde este punto de vista lo planteado en este trabajo.

Hipótesis

Entender la vida y las decisiones de un religioso dentro de la iglesia, nos podrá ayudar a entender por qué una persona está dispuesta a someterse a retos y sacrificios que podrían llevarlos a la soledad en el futuro, todo porque ven por el bien mayor de los demás antes que el suyo propio.

Metodología

Una investigación cualitativa, en la que se busca recopilar documentos de fuentes fidedignas sobre el tema, así como una entrevista a profundidad videograbada, de la cual se analizará el discurso de la persona que se entrevista para analizar qué información tengo para hacer un reporte de lo que se vivió.

Productos a entregar

Un reporte escrito individual, al igual que una entrevista en video de 5 a 7 minutos individual.

Resultados esperados

Se espera que a través de este trabajo se pueda entender más la religión católica vivida a través de un religioso, y que a su vez, me proporcione las bases fundamentales para pasar con éxito esta materia y que pueda vencer la ansiedad de acercarme a la gente a hacerles entrevistas.

Resultados deseados

En un México con generaciones a las que les cuesta profundizar en la religión, se busca que este trabajo alcance una visibilización en los espectadores más jóvenes para generar un tipo de consciencia sobre que estas personas también son humanos y que la vida de un religioso va más allá de solo un dogma o la iglesia católica como institución. Busco profundizar en los procesos internos tanto emocionales como espirituales del entrevistado para entender sobre su vida marcada por la fe. Quiero que el espectador se sumerge en la historia de vida del entrevistado, pues es así que se pueden abrir ventanas hacia temas más allá como lo son los retos, encontrar un sentido de vida, así como la identidad, y la transformación personal de una persona ante el resto del mundo.

Estado del arte

En el artículo titulado “La belleza de ser sacerdote en la cultura actual” (2016), por Ángel Cordovilla Pérez, nos sumergimos de primera mano en el significado de ser un religioso en la edad contemporánea, y por qué la palabra “belleza” no solo se limita a su significado literal, pero a una vida marcada por gracia, el servicio, la comunidad y la humanidad a día de hoy.
Cordovilla divide su artículo en diferentes títulos religiosos dentro de la iglesias, en el que se encuentra el apartado “la belleza de ser apóstol”, en donde remarca el rol del sacerdote, no como ente divino en sí mismo, pero como alguien que funge como “[…] guía y conducción del Pueblo de Dios en su camino hacia el Reino.” (Cordovilla, 2016, p.125), pues recalca que éstos son personas con fragilidad humana con una simple misión divina la cual es guiar a las personas e invitar a profundizar su fe.

Además, Cordovilla recalca en su texto: “No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida más que la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres si permanecieran extraños a su vida y sus condiciones.” (Cordovilla, 2016, p.130) atribuyéndole a los sacerdotes un papel menos divino, y que explora más a profundidad su humanidad, con la fe de la edad contemporánea y las crisis que conlleva vivir en ella.

Por otro lado, para entender de dónde viene este papel del sacerdote, podemos explorar el significado en el libro de Enrique Prefasi “¿Qué es ser sacerdote?”. Nos invita a reflexionar sobre lo que es el sacerdote hoy en día –más moderno y con más apertura–, y los retos a los que se enfrenta a las críticas de la contemporaneidad. “Cuando por su predicación se fueron estableciendo las primeras comunidades de creyentes se vio la necesidad de designar a uno entre ellos que mantuviese la tensión de fe y religiosidad de la comunidad […]” (Prefasi, [1969] pp. 55-56), uno de ellos normalmente siendo un descendiente de los Apóstoles de Jesús.

En el apartado Ese Sacerdocio Hoy, nos explica cómo en el nuevo testamento, el sacerdote de hoy, un papel pasado por muchas críticas debido a las incongruencias que tiene, “vive liberado de lo que en el contexto actual sociológico se entiende por trabajo […] en consecuencia, el sacerdote se siente cada día más profundamente inaceptado por esa sociedad.” (Prefasi, [1969], p. 58).
Con esto en mente, podemos empezar a entender en su contexto más amplio los retos a los que se enfrenta el religioso, y cuáles van a ser los sacrificios y abandonos que deberá hacer para “propagar esta fe”, apoyando la hipótesis planteada en el trabajo.

De la misma manera, en el artículo “Cristo nos atrae hacia Sí y nos introduce en su mismo ser” por Christoph Ohly, nos contesta una pregunta que queda pendiente tras lo anterior: ¿qué hace que hoy en día los jóvenes decidan, en este caso, ser sacerdotes?

En una visita que realiza el autor al párroco con el que trabajó como diácono, contesta a esta pregunta de la siguiente manera: “Cuando un joven hoy quiere ser sacerdote es desde la convicción de amar a Cristo, de ser llamado por él y de estar dispuesto a poner su vida a su servicio. […] Y esto con la conciencia de ser Cristo, como nuevo futuro sacerdote”. (Ohly, 2011, p. 12). Su artículo aborda las exigencias de lo que este trabajo conlleva en la actualidad, pero lo toma como algo bello; como un regalo valioso por el mismo Dios. Aunque esta incógnita prevalece, nos vamos acercando a un entendimiento de lo que incita a estas personas a comenzar el camino de la religiosidad profunda.

Por ejemplo, en el artículo, el autor aborda de diversas formas los retos y exigencias que conlleva el trabajo, por lo que cita al papa Benedicto XVI y las 10 reglas que sirven como ayuda para llevar esta vida religiosa con plenitud, y cómo contagiar al mundo católico, que en resumen, abordan desde el autodescubrimiento y aceptación, hasta la perseverancia que lleva esta lucha (a veces solitaria), sobre nunca rendirse y estar al servicio de los demás. “Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz.” (Benedicto XVI, Carta para el Año Sacerdotal).

Al mismo tiempo, tenemos el artículo de Joseph Doré, “El sacerdote en la iglesia de hoy”, que nos dice sobre la escasez de sacerdotes que hay hoy en día por las múltiples dudas que se tienen ante la iglesia, así mismo, habla de la inauguración de nuevos ministerios con nuevas ideologías –por decirlo de alguna forma–. Habla de la necesidad de modernizarse y tener más apertura a las necesidades de los creyentes de hoy en día. “Este profetismo, este sacerdocio y esta realeza de Cristo se ejercen y realizan en el mundo y para el mundo, entre los hombres y a favor de los hombres.” (Doré, 1996, p. 440).

Subraya que el Señor se presenta ante los hombres; no es decisión de la persona ser fiel creyente y profeta de fe, es Él quien se les acerca con un llamado para reconocer “la verdad” y caminar hacia ella.

Si bien los textos abordan este lado del llamado del señor, en el artículo “El pensamiento crítico y las creencias religiosas”, de Manolo Acosta Muñoz, podemos ver esta labor desde un punto de vista más externo al sacrificio auto infligido y a la soledad del sacerdocio.

El artículo habla sobre las reflexiones que uno debe de hacer antes de unirse a una religión –el resultado de utilizar el pensamiento crítico–, no un resultado de aceptación ciega o que se te sea impuesta, ya que esto puede llevar al dogmatismo, fanatismo y a ser más susceptible a las manipulaciones, pues el formar parte de una religión tiene que ser una decisión estudiada desde la niñez o en su defecto, bien explicada, sin sesgos, por quien la práctica. “Es necesario educar en valores, es preciso que se enseñe a discernir entre lo que construye a la sociedad y aquello que puede destruirla. Esa actitud de discernimiento debe aplicarse también a las creencias religiosas […]”. (Acosta, 2018, p. 7). No solo nos invita a verlo desde el punto de vista de la conversión al sacerdocio, sino también como creyente. Plantea dudas que debemos de tomar antes de formar parte de esta o cualquier religión.

Así mismo, en el artículo titulado “Conversión religiosa e imaginario social: el discurso como elemento de análisis” por Danú A. Fabre Platas, explica y ejemplifica también el razonamiento que conlleva la conversión a una religión.

Se enfoca específicamente a la conversión en una congregación neo-pentecostal en Michoacán, en donde observa y explica cómo la gente se somete a un cambio radical de identidad y de valores. Apoya a este trabajo ya que realiza su investigación a través de entrevistas y testimonios utilizando el trabajo de campo.

Primero, explica cómo las personas utilizan esta conversión como una forma de reformular sus vidas desde cero, incluyendo su pasado para reflejarlo en el presente, esto reflejando una problemática en su identidad.

Segundo y último, deja muy en claro cómo la conversión de fe no puede ser un salto ciego, más bien, que se debe de observar como un proceso complejo, social, donde las emociones de las personas tienen que sentirse y entenderse para que esta construcción de la fe sea lo más orgánica y sana posible. “Creer en algo […] no implica ser otro inmediatamente después de haber asumido el cambio; existe la resistencia, la duda y la desconfianza; pero también el empeño, el esfuerzo y la lucha diaria que el sujeto realiza para poder adoptar una nueva creencia.” (Fabre, 2001, pp. 286 – 287).

Consecuentemente, en el artículo “La formación humana en el Plan de Formación Sacerdotal”, de Sergio Requena Hurtado, profundiza sobre la educación religiosa, algo que ya abordamos previamente, pero que prevalece importante considerando que nos interesa entender sobre el llamado y la inclinación de las personas hacia la vida religiosa, preliminarmente, el sacerdocio.
Principalmente, habla de las primeras etapas sobre la formación permanente como un camino de aprendizaje y crecimiento personal desde las varias dimensiones de la persona: humana, espiritual, intelectual y pastoral, explicando cada una de ellas como un conjunto y unicidad del ser. “En la formación de los que se preparan para el sacerdocio hemos de cuidar el desarrollo integral de la persona y contribuir al adecuado crecimiento y a su equilibrio emocional y personal.” (Requena, 2020, p. 26). Este texto apoya la idea de que este es un proceso en el que el acompañamiento adecuado es clave para el éxito; esos sacrificios y esas tristezas que quizás sumergirse en este camino genera pueden en realidad evitarse en su totalidad, comprendiendo las diversas dimensiones del ser humano, no solo como carne, pero también como espíritu.
También tenemos el texto de Oliveira Pérez, “Normas básicas para la formación sacerdotal en México”, donde desde un punto de vista más formal y técnico nos explica las reglas que se deben de seguir para el hecho.

Nos plantea cómo la comunidad apostólica se encargó de crear la Ratio Nationanlis MMXX, pues en cada nación se tienen diferentes exigencias en este ámbito. Volviendo al tema sobre la educación religiosa en México, son estos planteamientos los que crean una comunidad que alegremente realiza la actividad que el Señor les ha encomendado, y cómo la evolución de estas “reglas” tiene que ir de la mano con la sociedad que va en creciente transformación para que las nuevas generaciones formen parte de este deber. “Invitamos a todas las comunidades eclesiales a renovar su compromiso con la pastoral vocacional, especialmente a través de la oración y del testimonio cristiano, convocándolos a lanzar de manera explícita la invitación a los jóvenes cristianos a seguir al Señor en este camino” (Pérez, 2023, p. 99).

A continuación, en el artículo “aspectos psicológicos de la opción por la vida religiosa”, por Jesús María Palacios. En primer lugar, habla sobre los religiosos que han decidido que tomaron una decisión equivoca y que necesitan apartarse de la fe, y en segundo lugar, las exigencias que formar parte de esta comunidad conlleva.

Hace no solo una investigación bibliográfica, también se mete con los números de los religiosos que han abandonado su puesto o que en su defecto, no terminan su conversión. Con aproximadamente 12,000 religiosos optando por salir de su rol, la primera causa dentro de muchas es la ruptura con el proyecto vocacional. En varias entrevistas que realiza el autor, la explicación más dada es que al momento de escoger esa vida, eran demasiado jóvenes e inmaduros para en realidad estar certeros de que eso era lo que querían por el resto de su vida…
El autor termina exigiendo que la iglesia tiene la responsabilidad de orientar psicopedagógicamente a sus seguidores, diciendo lo siguiente: “la persona humana […] está sometida a influjos del ambiente que lo rodea desde los primeros momentos de su existencia. La maduración de la persona es el resultado de una interacción activa entre la dotación innata recibida y el influjo social […]” (Palacios, [1976], pp. 79-80). ¿Qué tanto es una decisión informada, y qué tanto es en realidad una influencia de su ambiente?

Finalmente, tenemos el libro titulado “Memorias desde el corazón de un sacerdote”, escrito por el padre Juan Rizzo. En este, nos cuenta de primera mano su historia de vida y los comienzos de su llamado al sacerdocio. Con imágenes y anécdotas de primera mano, el autor encapsula su trayecto como persona y padre en un mundo lleno de cambios. “Amo ser sacerdote. En todos mis años de sacerdocio, nunca deseé ser otra cosa que sacerdote. Es un inmenso honor y alegría poder llevar a Dios a los demás y no puedo agradecer lo suficiente a Dios por mi vocación.” (Rizzo, [2020], p. 3). A través de este libro, podemos retomar todo lo planteado anteriormente, sobre la decisión a la dedicación a la vida religiosa, el uso del pensamiento crítico y la perseverancia por todas las luchas que uno tendrá que pasar para llegar a su cometido.

Marco teórico

a) Datos biográficos del autor

Lluís Duch, nacido en Barcelona en 1936, fue doctor en antropología y teología por la Universidad de Tubinga, así como ha sido maestro en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona, en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Fructuoso de Tarragona y en la Abadía de Montserrat.

Fue monje de Montserrat desde 1961, pero su pasión por transmitir la religión y enfocarla desde la comunicación hizo que tradujera diversos escritos por Lutero, Müntzer, Silesius y Bonhoeffer. En 2011 fue galardonado con la Creu de Saint Jordi.

Autor de más de cincuenta libros y opúsculos, una de sus obras más destacadas e interesantes para esta investigación es titulado “Religión y Comunicación”, de 2006, donde nos narra el proceso de religión desde los diversos procesos comunicativos que existen, como la tradición, los símbolos y los ritos que funcionan como estructuras que median al ser humano y a lo trascendente, así como analiza este proceso en la modernidad y la distorsión de la religión que ha habido en la comunicación desde entonces.

b) Principales conceptos

c) Relación con el objeto de estudio

La religión es un proceso de transformación cuya afiliación con la comunicación es obvia. Según Luís Duch, la tradición es una parte del imaginario colectivo de un grupo o sociedad, en este caso, la religión no podría existir sin la tradición oral de hace siglos. En el proceso de conversión religiosa, como señala Danú Fabre (2011), la persona no solo adopta una fe, sino que se inserta en una narrativa histórica, simbólica y comunitaria; la persona cambia su manera de interpretarse a sí misma a través de este proceso creando una nueva narrativa personal, haciendo así a la conversión una forma de renegociar la identidad mediante la incorporación a una tradición que crea un gran sentido de pertenencia, como el catolicismo.

La sociedad en riesgo, como se vio varias veces en el estado del arte, es un fenómeno que ocurre en la contemporaneidad debido a las dudas de los jóvenes por formar parte de esta vocación por la cual Dios te llama, o del abandono de este tipo de labor, según Palacios (1976). La duda, incertidumbre y el sacrificio, según Requena (2020), son parte común de este proceso y decisión por la que hay que recapacitar arduamente, y más si se tiene en mente la diferencia entre la religiosidad y la iglesia como institución, haciendo uso del pensamiento crítico (Muñoz, 2018).

Finalmente, la narración y escenificación en cuanto al tema de investigación, está relacionado al objeto de estudio por la simple razón de que lo que se busca realizar es un storytelling sobre una historia de vida, que llegue a las emociones de los espectadores como el libro del padre Juan Rizzo (2020), con el cual explica su vida de tal manera que genera una empatía muy profunda con el lector. En un mundo de duda, se busca que por medio de esta emoción se llegue a los más jóvenes –no necesariamente como postulantes al sacerdocio–, pero que por medio de la narración de esta vocación, se entiendan los sacrificios, las tristezas, los abandonos, las felicidades y las risas por las que estas personas han pasado para alcanzar, dentro de sus parámetros, el bien mayor.

Resultados

Principales líneas discursivas de la entrevista realizada al padre Alberto Hernández Ibáñez, Parroquia de San Francisco de Asís, CDMX, el 23 de junio del 2025.

Interpretación de resultados

En los conceptos estudiados y sacados de la entrevista, podemos observar cómo dentro de una misma historia de vida, existen muchos significados que nos ayudan a entender más a profundidad el mundo de un sacerdote diocesano. Los iremos interpretando y asociando con los autores mencionados en el trabajo, en el órden en el que están en la tabla de resultados.

En primer lugar, según Cordovilla Pérez (2016), podemos entender que el papel de un padre se vive desde la humanidad y el servicio, lo cual podemos relacionar a la diócesis que vive el padre Alberto: “la vida de un sacerdote, sobre todo diocesano, como somos nosotros los encargados de las parroquias en la zona de la Ciudad de México, pues podemos tener esa […] necesidad de un lugar cerca de la comunidad a la que servimos.”

La vocación trae consigo la responsabilidad de estar a la disposición de aquellas personas que más lo necesitan, es por eso que este primer concepto regresa a todo aquello que este autor menciona en su artículo, también destacando que el rol de ser un padre conlleva renunciar a ciertas comodidades para que el servicio a los demás se haga realidad, como lo planteamos en la hipótesis.

El segundo concepto lo aborda Jesús María Palacios (1976) en su articulo, quien desarrolla la noción de las dudas que pueden existir al creer que esta es la profesión a la que debes servir. Nos dice que en la actualidad, dudar proviene de un lugar de poco estudio religioso y autoconocimiento, como tambien apoya Acosta Muños (2018), insistiendo que la educación religiosa y temprana es base para tomar una decisión informada y acertada. “Es necesario educar en valores, […] Esa actitud de discernimiento debe aplicarse también a las creencias religiosas […]”. (Acosta, 2018, p. 7).

En la entrevista, el padre Alberto insiste en que si esta vocación es para tí, no tiene por qué haber duda alguna: “No cabe duda que siempre hay más que dudas, inquietudes personales. Por ejemplo, a mí nunca me llamó la atención ni casarme, ni el dinero, ni tener posesiones o hacer éxito empresarial. […] Entonces yo sí sabía que iba a ser así. Dudar en el sentido de que diga ya no me gusta, tengo problemas y todo eso, jamás afortunadamente”.

A parte de la formación cristiana, el tercer concepto, –el “llamado divino”– lo podemos ver no solo en la entrevista, pero también relacionarlo con el artículo de Doré (1996), en donde podemos confirmar que no es solo una decisión personal que surgió de la nada por encontrarse en un abismo de existencialidad, pero por una verdadera voz del más allá que está interesada en que seas participe de esparcir la palabra de Dios.

Podemos ver esto reflejado en el padre Alberto: “Sí, definitivamente el sacerdocio es un llamado sobrenatural y uno lo percibe con mucha sensibilidad buena porque uno lo entiende. […] Entonces uno ve muchas señales que a lo mejor no son portentosas, no son así extravagantes”. Para él, nunca hubo duda alguna de que esta era la misión de su vida.

Pero así, además de dudas, suelen haber muchos jóvenes que se interesan por este tema, así como que son sensibles a estas señales desde una muy temprana edad. “Antes existía aquí en la Ciudad de México el modelo del seminario menor”. Este cuarto concepto lo menciona el padre Alberto, pues fue un sistema similar en el que él empezó, a parte de que también se dedicó a darle clase a jóvenes por muchos años, y a veces lo sigue haciendo en la Iglesia de San Francisco de Asís.

Christoph Ohly (2011) nos habla al respecto del tema, dándonos a entender de que este llamado no tiene por qué ser un estrés o una exigencia, al contrario, es algo bello que se acepta y que ya después se decide con más claridad si perseguirlo o no. Destaca en este apartado saber que hoy en día, sin embargo, no es tan común que entre los jóvenes sientan esta claridad tan continuamente, lo que nos reitera al tema de la sociedad de riesgo que menciona Duch (2006), y del cual hemos hablado anteriormente. “Ya no es tan fácil que los jovencitos tengan esa claridad”. Nos dice el padre Alberto. “[…] vivimos en una época marcada por una intensa destradicionalización de las formas de vida religiosas […]” (Duch, 2006, p. 140)

Lluís Duch habla de la sociedad de riesgo religiosa, infestada por tantas distracciones digitales, que enfocar la atención en las creencias de uno mismo (y a parte a tan temprana edad), resulta un verdadero reto para los docentes cristianos y católicos. “[…] Yo lo veo aquí por ejemplo con los niños del catecismo… Los tenemos dos horas a la semana, y cuando regresan, ya se les olvidó. Pero les pregunto qué vieron en facebook y todo se lo saben”. Nos compartió también el padre Alberto mientras charlábamos, y vale la pena ponerlo aquí para ejemplificar.

Para terminar, al preguntarle al padre Alberto sobre la soledad, el quinto y último concepto, rompió varios esquemas prefabricados que se llevaban antes de la entrevista: “yo necesito silencio, espacios para el estudio, para la oración y esa soledad es muy buena.”

Sí hay sacrificios y momentos de soledad, lo cual respalda y confirma la hipótesis planteada en el trabajo, pero eso no significa que sea algo malo o que conlleve diversos sacrificios personales, al contrario. Podemos ver que por lo menos para el padre Alberto, los momentos de soledad en realidad son momentos de oración; los momentos de duda son en realidad momentos de aprendizaje, y en conjunto, son momentos para aprovechar y profundizar la fe que uno siente desde que Él hace el llamado.

Conclusión
A lo largo de este trabajo, hubo respuestas que confirmaron la hipótesis y los objetivos principales: conocer las motivaciones, las dudas que en realidad nunca tuvo, y la pasión con la que lleva a cabo su profesión con las personas. A su vez, se creo una perspectiva nueva sobre aquellos “sacrificios” que se tenían en mente a priori…

Formar parte de la iglesia como sacerdote no te convierte automáticamente en un ente divino que solo funciona a través de la oración y la fe. El padre Alberto es un maravilloso ser humano con una vocación que le apasiona desde que la comenzó a cosechar. Ahora podemos ver que la soledad y los años de estudio que te aislan un poco de lo que te rodea, pueden ser fructuosos para el crecimiento personal, el desempeño profesional y los planes a futuro.

Para el padre Alberto, aquellos sacrificios en realidad se transforman en la gratificación que sientes por poder servirle a las personas que más lo necesitan, y no hay nada más bello de ser sacerdote hoy, que poder ver tu trayectoria de 32 años y sentir una inmensa felicidad por saber que tomaste la decisión más correcta de tu vida.

Bibliografía

Acosta Muñoz, M. (2018). El pensamiento crítico y las creencias religiosas. Dialnet.com. Retrieved June 14, 2025, from http://doi.org/10.17163/soph.n24.2018.06
Cordovilla Pérez, A. (2016). La belleza de ser sacerdote en la cultura actual. Seminarios Sobre Los Ministerios En La Iglesia. Retrieved June 14, 2025, from https://doi.org/10.52039/seminarios.v62i217.129
Domínguez, A. D. (n.d.). ¿Qué nos dice el Censo 2020 sobre religión en México? Taller De Datos – Blog De Análisis De Datos. https://datos.nexos.com.mx/que-nos-dice-el-censo-2020-sobre-religion-en-me xico/
Doré, J. (1996). El sacerdote en la iglesia de hoy. Seminarios Sobre Los Ministerios En La Iglesia. Retrieved June 14, 2025, from https://doi.org/10.52039/seminarios.v42i142.1353
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Ohly, C. (2011). Cristo nos atrae hacia Sí y nos introduce en su mismo ser. Redalyc.com. Retrieved June 14, 2025, from https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=693773292001
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Pérez, O. (2020). NORMAS BÁSICAS PARA LA FORMACIÓN SACERDOTAL EN MÉXICO Ratio Nationalis MMXX. CEVyM.

Prefasi, E. (2016). ¿Qué es ser sacerdote? Dialnet.com.

Requena Hurtado, S. (2020). La formación humana en el plan de formación sacerdotal. Dialnet.com.
Rizzo, J. (2017). Memorias desde el corazón de un sacerdote. Tyburn Convent.

Transcripción de la etrevista

Miranda Formoso: Tengo un cuestionario, para que los nervios no me agarren. Pero sí, justo la entrevista se trata como de pues saber un poco más de usted, su historia de vida, de su trayectoria, y pues, igual lo que vea a futuro en su vida. Y pues ya, empezamos presentándonos. Yo me llamo Miranda, y usted, ¿me puede decir cuál es su nombre?

Padre Alberto: José Alberto Hernández Ibañez, sacerdote del arquidiócesis de México, actualmente rector de la Iglesia de San Francisco de Asís Ameyalco.

M.F.: Y… ¿si quiere decirnos qué edad tiene?

P.A.: 60 años.

M.F.: Muy bien. Bueno, y cuénteme, ¿usted nació aquí en la Ciudad de México?

P.A.: Soy originario de la Ciudad de México, más concretamente, nací en un barrio de la zona de la Villa de Guadalupe. Entonces toda mi infancia se transcurrió ahí en esa zona norte de la Ciudad de México y muy en la cercanía de la actual Basilica de Guadalupe.

M.F.: Entonces, ¿desde pequeño usted estaba muy cercano a esta idea de la religiosidad…?

P.A.: No, no necesariamente. Mis padres, eran personas cristianas, piadosas, muy acercadas a la fe, entonces me inscribieron en un colegio católico de religiosas y aunque ahí nunca me hablaron de la vocación sacerdotal, sí vi muchos testimonios y pues, más bien ahí conocí más fuertemente el contenido, el fundamento del cristianismo y de la fe. Yo creo que mis maestras catequistas, religiosas, mis propios padres, pues sí me dieron una muy buena formación cristiana.

M.F.: Muy bien. Y aparte de hacer esto que hace todos los días, ¿hace otra cosa?

P.A.: Mira, de hecho, durante todo mi ministerio, que ya son 32 años, más bien me he dedicado a la formación sacerdotal; como formador en el seminario y profesor en diferentes materias. Y pues… prácticamente he desempeñado más bien una labor académica, docente administrativa, investigación, publicación… porque he estado trabajando casi siempre en universidades.

M.F.: ¿Y qué universidades?

P.A.: Yo empecé probablemente en el seminario conciliar, pero como nuestras materias son pues muy específicas sobre todo la teología, hay muchos centros teológicos en la Ciudad de México, hay poco personal, pocos especialistas. Entonces, pues, he participado en la Universidad de la Salle, en la Universidad Intercontinental, en otros institutos, incluso en la Universidad Nacional Autónoma de México, en el área de Letras Clásicas de la Facultad de Filosofía y Letras de CU. Y bueno, también he participado en algunas otras universidades extranjeras como la Javeriana de Bogotá, la Universidad de Santo Tomás en Texas, Estados Unidos, Houston ,más bien. Y en algunos otros centros donde nos invitan.

M.F.: Ok, gracias. Bueno, ahorita voy a dividir la entrevista como antes, durante y después. Entonces le voy a preguntar… ¿cómo era su vida antes de decidir unirse al seminario?

P.A.: Mi juventud transcurrió como la de cualquier otro joven. Habiendo estudiado la preparatoria, ahí encontré muchas motivaciones, pues en cierto modo ideológicas, porque me tocó vivir en una época donde había mucha efervescencia juvenil, sobre todo con respecto a movimientos sociales y también religiosos. Entonces, cuando yo llegué a la prepa, una prepa de la UNAM, yo veía que muchos jóvenes estaban muy comprometidos con diferentes causas. Y yo recuerdo que entre ellos se preguntaban quién quería agruparse en diferentes, digamos, sectores ideológicos. Y pues yo no atinaba con ninguno, porque no comulgaba con ninguno. Había mucha tendencia socialista, no que me desagrade, pero no era mi perfil…

Pero entonces, yo más bien sí me identificaba más con mi fe y entonces yo me acuerdo que había compañeros, compañeras, que participaban en grupos parroquiales, apostolados, religiosos; iban a encuentros, retiros juveniles masivos. Entonces yo me empecé a identificar con ellos. Entonces en esa época yo determiné más o menos algún planteamiento vocacional. Aunque también pensé en carreras civiles. En un momento quise ser biólogo, en otro momento ingeniero… Y ya al final, más bien me perfilé por la literatura, la historia y la filosofía. De hecho, pretendí entrar a la UNAM, a la Facultad de Filosofía y Letras, para estudiar filosofía. Pero las circunstancias estudiantiles también en la UNAM eran muy complicadas.

Como yo ya traía la inquietud vocacional sacerdotal, pues un día llamé al seminario y ahí me acogieron inmediatamente y ya entré a estudiar la filosofía en el seminario. Entonces, yo puedo considerar que precisamente esa etapa incluso de estudiante como seminarista, o sea, es el antes también de la propia– ehm, del ejercicio ministerial. Y pues prácticamente todo el período de la formación me la pasé como cualquier otro universitario, ¿verdad? Pero ya encerrado en un ambiente de oración, un ambiente religioso, ya más abocado a esto.

No hay mucha novedad, no hay cuestiones especiales… Tenía yo amigos, amigas, como vivía como cualquier otro joven, y sí, con muchas inquietudes, ¿no? Con muchos descubrimientos, pero nada extraordinario.

M.F.: ¿Y usted cree que estar rodeado de gente con el mismo propósito lo inspiró?
¿Hubo alguna persona que lo inspirara más?

P.A.: Mira, yo creo que sí hay gente que te inspira. Curiosamente tampoco tuve así cercanía con otros seminaristas… O sí tenía yo algunos amigos que también éramos muy afines, pero tanto así como para la vocación sacerdotal, al contrario, yo creo que más bien había quien me desafiara. Y me acuerdo que hubo una persona que era mi propio párroco, que era un sacerdote, pues… un poco hecho a su modo, porque además él era inmigrante nicaragüense; había salido de la revolución sandinista y se vino a refugiar a México. Y él tenía más interés por su país que por su cuidado pastoral, entonces, descuidaba un poco las cuestiones parroquiales. Yo ya estaba muy involucrado en grupos de catequesis, juveniles, y yo veía un poco su desánimo. Pero con otros jóvenes le poníamos mucho interés al trabajo, entonces eso no nos importaba, pero yo decía: “Si algún día yo llego a ser sacerdote…”, veía yo el contraste.

Entonces un poco en sentido negativo, me inspiró, pero me impulsó, ¿ves? Pero así como alguien que me jalara y eso, no, yo creo que más bien fue siempre un llamado pues… independiente; muy enfocado y hasta ahí.

M.F.: Ok, esto más o menos a qué edad fue, 19? O los 18?

P.A.: 19 años fue toda esa transición, porque yo entré al seminario a los 20.

M.F.: Muy joven… Y cuando decidió todo esto… ¿su familia reaccionó de alguna manera específica o especial?

P.A.: Pues sí, al principio uno lo ve muy bonito, –lo ve deseable–, pero cuando ya le toca a la familia, ya no le gusta. Entonces mi papá, que siempre fue un hombre muy cercano a nosotros, –siempre fue un padre cariñoso, juguetón y muy acercado también a la fe–, cuando yo le dije, como que sintió un golpe fuerte y dijo:

“Yo entonces ya me voy a mi pueblo, porque ya perdí un hijo.” Fue así como una reacción primaria que tuvo, pero yo le dije: “Oye, pues tú tienes la culpa porque tú me jalaste a todo esto.”
Le costó trabajo asimilarlo, pero ya después se acostumbró. Y mi madre, como yo soy el mayor de los hermanos, me dijo:

“¿Y mis nietos?”

Y entonces yo le dije:

“¡Ahí tienes otros hijos que te pueden dar muchos nietos!”

No le dieron muchos. Pero esta fue la reacción, aunque después ya, pues obviamente lo vieron, sí como un don, una gracia, como algo bonito, ¿no? Que también favorecía mucho a la familia.

M.F.: ¿Y todavía frecuenta su familia?

P.A.: Mis padres ya murieron hace… Bueno, mi papá ya tiene dos años. Mi madre más. Y bueno, con mis hermanos poco, porque obviamente ya cada quien tiene sus familias, actividades y yo también las mías, entonces… Pero sí, estamos acá.

M.F.: ¿Y no vienen de repente a misas?

P.A.: Sí, a veces cuando los invito con un motivo muy especial, sí vienen. Pero les cuesta trabajo venir porque les queda lejos. Ellos están en el norte de la ciudad. Y pues yo también a veces sí me cuesta trabajo ir a verlos.

M.F.: ¿Y usted vive entonces más cerquita de aquí, de la parroquia.?

P.F.: ¿Quién?

M.F.: Usted.

P.A. Yo vivo aquí.

M.F.: ¡¿Ah, vivés aquí?!

P.A.: Yo vivo aquí, sí.

M.F.: ¡Ok! Qué buena pregunta, jaja. Ok, cuénteme un poco de eso, ¿cómo es vivir aquí?

P.A.: Bueno, la vida de un sacerdote, sobre todo diocesano, como somos nosotros los encargados de las parroquias en la zona de la Ciudad de México, pues podemos tener esa, ¿pues cómo se puede decir? Necesidad de un lugar cerca de la comunidad a la que servimos, ¿no?

Toda iglesia requiere tener una casa parroquial. Entonces aquí, afortunadamente, hay una casa bastante cómoda, bien instalada… El primer semestre que me asignaron no vivía aquí porque yo todavía estaba asignado a la Universidad Pontificia y pues no me dio tiempo de hacer el cambio hasta que encontré unas vacaciones y ya me vine para acá. Y pues sí, es un lugar muy bonito; muy apacible.

Afortunadamente, aquí el diseño poblacional es muy diverso; no es nada popular. Entonces eso baja mucho la demanda de solicitudes. No tengo siempre gente aquí encima, sino que se programa otro estilo y eso me da muchas libertades para organizar mi tiempo y tener una comodidad: para el servicio, para el estudio, para la oración y para muchas otras cosas…

M.F.: ¿Qué tal el clima? ¿No está muy frío?

P.A.: Es una zona muy fría, ¿verdad? Sí. Al principio sí lo resentí mucho, pero ya se va uno aclimatando.

M.F.: Sí, después de un ratito. Pues sabiendo que vive aquí, ¿qué hace después de los servicios de las misas?

P.A.: Pues generalmente me voy a dormir, jaja. Bien. No me gusta desvelarme, suelo leer un rato, cenar, ver un poco de televisión, atender mensajes, llamadas… Pero sí trato de descansar temprano, porque me levanto muy temprano. La ventaja es que tengo la capilla aquí, hago un rato de oración antes de salir porque tengo que ir a dar clases todavía en las universidades. Voy a celebrarle a unas religiosas en la zona de Tlalpan, y entonces pues tengo que ganarle al tráfico. Entonces, generalmente, pues, yo aquí ya termino actividad hacia las seis de la tarde. Entonces todavía de ahí a la cena, pues tengo oportunidad para leer, para estudiar, para sacar trabajos académicos, y eso me rinde bastante porque no me muevo, estoy en un lugar muy específico, ¿no?
Cuando vivía yo en la universidad, no dejaba de sonar el teléfono, solicitudes de alumnos porque nosotros vivíamos en el campus universitario. Entonces sí había mucha mucha actividad. Aunque no he cambiado el esquema de que vivo donde trabajo, aquí cambió totalmente por, como ya lo dije, la modalidad de esta comunidad. Entonces ya estoy un poquito más reposado.

Tengo que decir que sí me cambió mucho la vida porque después de 30 años de vivir en las escuelas, de servir como académico, ya ahora uno va desarrollando una personalidad más pastoral. Y fueron 30 años en la misma hora en varias universidades. Bueno, básicamente tuve dos lugares de residencia: el seminario, donde pasé casi 17 años viviendo y luego ya otros 13 años viviendo en la universidad, pero desde ahí me movía yo a cualquier servicio que me pedían.

M.F.: ¿Y aquí cuántos años lleva?

P.A.: Dos años. Voy a cumplir dos años ahora en septiembre.

M.F.: Y justo cuando estaba haciendo el cuestionario le preguntaba a mi mamá si ella tenía alguna pregunta, y ahora que me platica, ella tenía la duda de cómo los mueven, o sea, ¿cómo los asignan?

P.A.: Bueno, en el caso particular yo solicité pues una asignación diocesana porque como yo estaba asignado a la Universidad Pontificia, estaba como de préstamo para el episcopado mexicano. Yo le servía a la, pues digamos… a la Iglesia Nacional. Pero entonces se me acabó el periodo de mi servicio y entonces yo le dije a mi obispo que pues me diera una asignación.
Y después de 30 años de que no había yo probado las mieles de la actividad parroquial, me asignó este lugar que dijo:

“Mira, es un lugar tranquilo para que sigas desarrollando tus actividades académicas.”
Esto te lo digo porque es un poco de acuerdo al perfil del sacerdote. Entonces, hay otros sacerdotes que los asignan porque tienen mucha experiencia, por ejemplo, en parroquias multitudinarias, o con asilos de ancianos o con la actividad social… Entonces depende mucho de las necesidades y de lo que sepa hacer el sacerdote también. Pero en general hay una rotación.
Cada seis años o tres años, se ve la necesidad de mover a la persona. También si se adapta; si no tiene problemas de salud… También eso. Entonces es muy variada la asignación, pero generalmente es el obispo el que va revisando, también a petición del sacerdote, por si tiene alguna circunstancia familiar, económica, personal… también se dialoga y se asuma te gusta…

M.F.: Bueno, la siguiente pregunta es si hubo, –ya es más como personal, entonces usted dígame si está cómodo–, si hubo algún momento en el que dudó de su vocación o si tomó otro camino antes. Ya me dijo que quería estudiar, quería ser biólogo o ingeniero, pero, ¿qué fue lo que al final decidió que esta era su vocación?

P.A.: La certeza que a mí me dio la vocación es un cierto sentido humanista de la vida. Siempre me había identificado con el bien de las personas, y yo veía que me iba bien, por ejemplo, en materias como las que ya dije, ¿no? La historia, la filosofía, la literatura, y ahí descubrí muchas cosas muy ricas.

Y cuando ya entré a estudiar, ya en forma la filosofía y la teología, pues a mí me quedaba clarísimo que de eso tocaría ser sacerdote. No cabe duda que siempre hay más que dudas inquietudes personales. Por ejemplo, a mí nunca me llamó la atención ni casarme, ni el dinero, ni tener posesiones o hacer éxito empresarial. No porque no quisiera, sino no se me daba. Y además, no estaba dentro de mis concepciones. Entonces yo sí sabía que iba a ser así.

Dudar en el sentido de que diga: “Ya no me gusta, tengo problemas y todo eso,”

Jamás afortunadamente. En realidad han sido 30 años en donde he gozado mucho la vida sacerdotal. La verdad es que se ha ido como un suspiro. He aprendido mucho; tenido muchas experiencias…

Y bueno, también ya conforme uno va avanzando en edad, pues si uno ya siente ciertos desgastes; cierto cansancio, pero por la repetición de actividades, ¿no? Ahora, por ejemplo, en la escuela con las nuevas tecnologías ya no le alcanza a uno ni la vida ni la inteligencia, ¿no? Lo bueno que ya es la inteligencia artificial. Pero así de que uno se siente decepcionado, frustrado, enojado por ser sacerdote, nunca. Nunca.

M.F.: ¿Y fue un llamado?

P.A.: Sí, definitivamente el sacerdocio es un llamado sobrenatural y uno lo percibe con mucha sensibilidad buena porque uno lo entiende. Es como en el matrimonio, si la pareja no se entiende, viviran infelices; si el esposo no entiende a su mujer o no trata de entenderla, pues siempre va a haber conflicto. Y en el caso del sacerdote o de la vida religiosa, es exactamente lo mismo. Si uno no se entiende, uno va a tener siempre muchos reclamos. Y claro, uno puede tener malos momentos, y se asimilan en el vaivén de la vida.

M.F.: Entonces, ese llamado, yo creo que esa es una duda que yo tengo, o sea,
¿cómo lo vive? ¿Qué señal tuvo para saberlo?

P.A.: Mira, hay dos criterios que yo te lo digo como formador en el seminario. Primero, es la fe: uno tiene que saber que uno actúa en la fe cristiana, y uno conoce cuál es la exigencia de la fe. Por ejemplo, hay gente que dice: “Bueno, pues yo soy bautizado y mi fe me alcanza para ir a misa los domingos,” Otros dirán: “No, pues mi fe me alcanza para dar un servicio a los demás. Ayudándole a un anciano, dando dinero para una obra caritativa, etcétera…”

Pero conforme uno conoce más el perfil de Cristo y a lo mejor le gusta a uno eso que Cristo hizo, por ejemplo, a una cosa que me encanta es predicar, enseñar, atender a la gente, escucharla… Entonces ese es el perfil que a mí me interesa, pero para eso le tengo que dedicar tiempo y tengo que… Debo tener las cualidades. Y el segundo criterio es la idoneidad. Por ejemplo, yo puedo tener todas las capacidades… Si tengo otros defectos que me lo impiden, ya no combinan bien. Y entonces la idoneidad la resuelve la iglesia. Es decir, los formadores, los colegas o el obispo dicen:

“Ah, sí, mira, Alberto tiene estas cualidades y tiene las capacidades y es idóneo para el cargo,”
No es que yo solito me lo haga.

Entonces, están estos dos criterios: mi fe, mis cualidades y la idoneidad que uno manifiesta para que la Iglesia te dé la confianza. Conjuntadas estas cosas uno lo ve como llamado de Dios. Y eso se siente en la vida, –en el alma–, por la satisfacción que te da.

Imagínate que tú dices:

“Tengo todas las cualidades, pero estoy muy aburrido de hacer todo esto,” No hay un llamado divino.

Aparte uno está convencido de que Dios te da la responsabilidad, pero también te da las fuerzas. Y afortunadamente hasta el momento, pues nunca me han faltado las fuerzas y la alegría y la convicción. Ahí está el llamado sobrenatural. Y aparte se nota en el resultado con las personas. A veces yo digo alguna cosa y de repente viene la persona y me dijo:

“Padre, mire, yo hace 30 años no me acercaba a la confesión. Reciba mi confesión porque lo que acaba de decir usted me movió al arrepentimiento,”

“A caray, pues que dije,”

Ahí se ve la acción del Espíritu Santo, que es algo misterioso y hay que verlo con mucha delicadeza. Entonces uno ve muchas señales que a lo mejor no son portentosas, no son así extravagantes, pero uno lo ve en los resultados benéficos que se realizan en uno mismo y en las personas. Ahí es donde se ve la llamada y el sentido sobrenatural.

M.F.: ¿Y cómo siente cuando ve que justo alguien ya le dice que lo que dijo me cambió y hizo que fuera mejor persona?

P.A.: Bueno, uno tiene que darle muchas gracias a Dios porque uno sabe que es instrumento de su gracia, de su acción, de su actividad… Entonces uno dice: vale la pena. En realidad uno sigue sirviendo y uno se da cuenta que tiene que estar más atento a las cuestiones de fe. Eso le da uno muchísimo más impulso.

M.F.: Bueno, es como gratificante.

P.A.: Sí, mucho. Aunque no te den las gracias jaja.

M.F.: Yo creo que sí le dan las gracias, jaja. Y pues para llegar al Sacerdocio, ¿cómo es el proceso? O sea, ¿en dónde empiezas hasta llegar a hacer eso?

P.A.: El proceso vocacional sacerdotal puede empezar desde la familia. Si el niño tiene claridad de quién es un sacerdote y quiere ser, ya la familia lo va detectando.

Antes existía aquí en la Ciudad de México el modelo del seminario menor. Chicos que desde la secundaria o la preparatoria ya entraban a la formación. Eso se ha ido eliminando por la configuración social y juvenil. Ya no es tan fácil que los jovencitos tengan esa claridad. Entonces, aquí en la Ciudad de México todavía existió el seminario menor hasta hace seis años. Yo fui vicerector del seminario menor un tiempo y llegamos a tener hasta 100 alumnos. Pero ahorita ya prácticamente los que hay se les da un acompañamiento externo…

Entonces, todavía podríamos decir que en mis épocas tuve compañeros que hicieron la secundaria como seminaristas… La preparatoria… Entonces ya cálculale que son seis años, ¿no? Pero diciendo que ese modelo ya caducó aquí en la Ciudad de México, a lo mejor en otros lugares de la República existen, pero luego siguen un curso propiedéutico para reajustar –nivelar– gente que necesita algún otro subsidio religioso. Y luego son tres años de filosofía y cuatro de estudio teológico. Y luego ya se puede dar la primera ordenación que es la diaconal. Y ahí es un año de servicio, –eso de hecho significa diaconía: servicio–, en preparación para recibir la ordenación presbiteral, que ya es la ordenación del sacerdote. Entonces, más o menos está en el rango de 10 años la formación, más o menos.

M.F.: ¿Y así fue para usted?

P.A.: Bueno, yo hice prácticamente ocho años porque yo saliendo de la prepa entré directamente en la filosofía. Hice un curso introductorio propedéutico yendo los sábados al seminario y pues me dieron cualidades, entonces me dijeron:

“Entra de una vez,”

Y por eso todo fue muy regular. Avancé y por eso es que yo terminé el seminario a los 27 años. Me ordeno a los 28. No sabía lo que hacía jaja.

M.F.: Nadie sabe qué está haciendo a esa edad.

P.A.: Si, pues sí… Pero muy exitosa la formación porque fue breve y fue pues, en un proceso juvenil muy muy muy bueno.

M.F.: ¿Y cómo diría que es este proceso? ¿Fue algo a lo mejor desafiante? Con lo que ya me dijo, creo que no, pero ¿fue algo muy bello para usted?

P.A.: Sí, siempre fue muy satisfactorio el estudio. La verdad es que siempre me gustó mucho y la convivencia fraterna. Cuando yo entré al seminario, éramos 200 alumnos en el seminario. Mi grupo era de 50 compañeros y nos mantuvimos, bueno, muchos. Creo que nos llegamos a ordenar la mitad de ese grupo inicial. Ha sido una de las ordenaciones más multitudinarias, pues, sobre todo, sí había mucho aprendizaje de convivencia. Por ejemplo, en los torneos deportivos, en los paseos y en muchas experiencias de todo tipo, ¿no? Culturales, religiosas, por supuesto.

M.F.: ¿Qué experiencias culturales tenían?

P.A.: Mira, organizamos conciertos antes cuando no había así mucha publicidad de esto. Pues a nivel de iglesia, hay mucha comunicación con Europa, por ejemplo, con el extranjero. Venían grupos, por ejemplo, musicales de rock cristiano y entonces organizábamos cosas así. Noches coloniales, exposiciones de pintura, así cosas, ¿no? Así, divertido. Entonces eran grupos bastante, pues, eran grandes los grupos, y ahorita ya no son tan grandes.

Sí, hay una problemática social y eclesial en donde sí han disminuido mucho la generación de vocaciones, no porque no haya, sino porque, yo creo que la juventud actual está muy distraída con lo que la cultura ofrece actualmente y han cambiado mucho la mentalidad del joven.

Cuando di clases en la UNAM, yo estaba un poco receloso de que hubiera buena acogida, ante todo la persona del sacerdote, pero no, para mí fue una sorpresa el que a jóvenes les interesaban los temas cristianos. Si tenía yo 16 inscritos, entraban 60 de oyentes. Entonces eran grupos multitudinarios también en las clases, pero todos sedientos de contenidos religiosos, y muchos de ellos, descubriéndolos poco a poco. Tenían intenciones vocacionales, pero no bien dirigidas. Imagínate dónde los fui a encontrar.

Ahora, también allá, se faltan estrategias de acompañamiento eclesial en donde sacerdotes o religiosas tengan más llegada con los jóvenes. Por ejemplo, se critica mucho a los legionarios de Cristo, pero tienen llenos sus seminarios. ¿Por qué? Hay un acompañamiento de grupos, familias y hay propósito. Entonces, al joven se le da un propósito. Entonces, tienen vocaciones.

M.F.: Sí. Es que yo así lo veía. Yo iba en una escuela religiosa, y todas las personas que salían de esa escuela salían como:

“No quiero tener nada que ver con la religión, estoy harta,”

Pero siempre como que… Ay, se paró la esta. Perdón. Pero, o sea, yo siempre me preguntaba ¿por qué? O sea, ¿qué es la educación? La cuna es la educación en donde la gente dice “no quiero formar parte de eso”. Usted cree que puede decirse que a lo mejor la educación, las clases de… este, ¿cómo se llaman? De catequesis, ¿no lo están haciendo como bien? ¿o por qué?

P.A.: Es un fenómeno muy difícil de detectar. Creo que sí, en una cierta época, sí la fe católica se inculcaba un poco a fuerzas, y entonces hubo gente que la asumió con buena voluntad y otros no. Sobre todo, me doy cuenta que en colegios de religiosas y sobre todo femeninos–

M.F.: Justo así era mi escuela.

P.A.: –porque yo creo que se combina un poco el carácter, las inquietudes y yo creo que no es tanto la materia religiosa, porque a lo mejor puede estar mal expuesta pero tiene elementos importantes. Yo creo que más bien es el momento del desarrollo de las personas y los desencuentros que se tienen con el personal que lo imparte. Y el otro fenómeno que yo veo son los ambientes familiares; los ambientes de los jóvenes… Claro, si en una escuela católica se les enseña moral, pero el joven tiene más interés de irse a una fiesta y se revienta los fines de semana, no hay comparación. Influye más el ambiente de fin de semana del joven que la horita que le dan de formación moral en la escuela.

Yo lo veo aquí, por ejemplo, con los niños del catecismo. Los tenemos dos horas a la semana, cuando regresan ya se les olvidó, pero les pregunto qué vieron en facebook y todos se lo saben. Les pregunto todo lo que ven en la televisión y se lo saben pero con pelos y señales, ¿no? Se compite mucho con los ambientes.

Pongo un ejemplo que siempre lo pongo como paradigma. Pues, durante el siglo XX cambió mucho el aspecto espiritual y moral y sexual en la vida. Entonces, mientras la religión recomendaba la castidad, la virginidad… Pues vinieron todos estos músicos que ahora se han destapado y que ya cantan con sexo explícito.

¿Cómo compites con eso? A menos que traigas a la persona, la convenzas, estés muy cerca de ella… Pero no puedes traer a la mayoría. A parte, eso se lo inculcan en las casas: no hay límites; no hay corrección, entonces, pues los niños ven eso como algo ya permitido. Y si en sus casas no los frenan, pues ¿cuándo voy a tener una mentalidad limpia para que hagan una opción diferente? Ya no digo religiosa, una opción positiva para su vida, ¿no?

M.F.: Muy generacional, con todo lo que justo dice que tenemos hoy en día… Estamos condenados.

P.A.: Sin embargo, por ejemplo, se está sabiendo que en España y en Estados Unidos hay un resurgimiento entre los jóvenes de la religión.

M.F.: Bueno, volvemos al cuestionario. Ya me dijo más o menos cómo tomó esta decisión, pero creo que también quiero saber si hubo algún tipo de sacrificio o como soledad en este proceso. Ya después de que estuvo en la universidad y entró, ¿hubo momento de soledad que lo hicieran, no dudar, pero como cuestionarse la vocación?

P.A.: Mira, la soledad yo creo que tiene dos polos. Una positiva, donde la persona se recrea: yo necesito silencio, espacios para el estudio, para la oración y esa soledad es muy buena.
Yo tuve una experiencia ya siendo sacerdote, que fui a estudiar alemán y en las vacaciones de… bueno… Estuve en Alemania, pero se acabó el curso, y tuve unas semanas, un mes exactamente, libre. Entonces me ofrecieron quedarme en una parroquia a hacer servicio. No sé… Los primeros tres días todo muy bonito porque conocía, muy movía… Pero después del tercer día ya no tenía nada que hacer. Entonces, experimenté muchos momentos inactivos. Me ponía a rezar y pues acababa después de tres horas de rezar y yo decía:

“¿Qué más hago?” Entonces me fui a comprar libros y ya tenía así un montonal de libros pero dije: “¿Cómo me los llevo? ¿Me los van a cobrar muy caros en el avión?” Y esa soledad de inactividad sí me perturbó un poco, pero no me hizo dudar, al contrario, me fortaleció. Fue una experiencia que necesitaba yo vivir.

M.F.: En Alemania ¿cuánto tiempo se fue?

P.A.: Estuve cuatro meses. Bueno, mira, depende del momento, pues sí, también de la edad. A lo mejor, más joven sí me gustaba salir a la naturaleza, sitios arqueológicos, viajar mucho… Por ejemplo, estuve también un mes en Turquía, haciendo un seminario. Para mí fue fascinante. Yo volvería 20 veces a Turquía. Yo aprendí mucho, pero el lugar que más me ha gustado es Praga, en la República Checa. Por la atmósfera, por la cultura, por todo lo bonito que hay ahí. Pero en verano, porque en invierno el frío baja hasta 50 grados.

M.F.: ¿Igual en Alemania fue en temporada de invierno?

P.A.: No, estuve en verano y un poquito en otoño, pero ya en el otoño ya estaba muy frío.

M.F.: Sí, me imagino. ¡Qué padre! ¿Pues en Turquía fue a Tierra Santa?

P.A.: He estado varias veces en Tierra Santa. La última vez estuve un mes antes del COVID precisamente. Pero como fui de parte de la universidad y fuimos en un viaje de estudio, no fuimos a los lugares más turísticos, sino fuimos a los más arqueológicos. Entonces estuvo muy bonito.

M.F.: Mi mamá justo fue antes de que se desatará la guerra. Y le gustó muchísimo.

P.A.: Muy divino ahí.

M.F.: Y bueno, justo hablando de guerra que ahorita se desató, ¿qué significa para usted ser sacerdote en tiempos en donde hay tanta guerra y tanto odio?

P.A.: Pues mira, nuestro Señor Jesucristo fue un signo de contradicción también en una época complicada, pues Palestina estaba ocupada por el Imperio Romano; había muchos conflictos cuando Jesús muere; queda la comunidad cristiana; y se desataron otras guerras, fueron perseguidos y la persecución siempre es un programa de vida cristiana… Entonces, el hecho de que el cristiano siempre tiene que estar enfrentando los conflictos, más que un desafío, tiene que ser una forma, pues, de contraste positivo para enfrentar las circunstancias. Por ejemplo, cuando había pestes en la antigüedad, los cristianos tenían que estar ahí, al pie del cañón, ayudando a la gente. Ahora que fue lo del COVID, igual, la iglesia también tuvo sus bajas sensibles, pero tenía que dar una palabra. Entonces, uno debe estar ya programado en un sentido espiritual, pues, no para conflictuarse, sino para dar respuestas. Entonces, bueno, eso está incluido dentro de la espiritualidad cristiana, ¿no? Puede ser como un acompañamiento.

M.F.: Hay mucha gente que a lo mejor viene con eso, con esa incertidumbre de qué va pasar.

P.A.: Sí.

M.F.: ¿Y qué le dicen?

P.A.: Mira, la angustia humana es algo natural y depende, pues sí, de los conflictos y exacerbamientos que puede haber de las personas. Mira, afortunadamente nosotros no queremos resolver todas las circunstancias humanas, incluso, por ejemplo, cuando viene una persona muy mal, uno la tiene que acoger, contener, pero uno les tiene que decir que tienes que ir con un especialista; uno no tiene que meterse en otros ambientes, pero sí darle ese seguimiento que es necesario para subir– Y…
¿ah, no tienen la pila?

M.F.: …no. Pues con el celular, Fergie.

P.A.: ¿Ya se acabó la pila?

M.F.: Sí, pues todavía tiene, pero se le va acabar pronto. Pero ahorita… Pues ojalá nos dure todavía otro poco. Perdón… Bueno…

(Fallos técnicos con la sicnronización de audio y video. Se le preguntó al padre si había tenido una experiencia que le cambiara por dentro desde que es sacerdote).

P.A.: Pues mira, hay una experiencia que me tocó vivir en… En una… Una ocasión. Yo estaba recorriendo la Alameda Central aquí en la Ciudad de México, y vi cómo unos niños de la calle estaban celebrando una fiesta de unos 15 años a una de sus compañeritas. Todos ellos muy maltratados por los inhalantes. Entonces a mí me enterneció mucho esta escena porque había unas trabajadoras sociales ahí con ellos ayudándoles y haciéndoles la fiesta.

Y me vino una pregunta muy fuerte: ¿Te llevarías a uno de estos niños a vivir contigo? ¿Ayudarías paternalmente a uno de estos niños? E inmediatamente contesté que sí. No sabría dónde lo iba a meter, pero… no me iban a regalar un niño así. Pero se me quedó ese cuestionamiento muy fuerte. Bueno, yo era formador del seminario, todavía muy joven, y ya pasó el tiempo… Pero una vez, en un retiro de matrimonios, una mujer me confesó que no quería tener a su hijo porque tenía el temor de que viniera con malformaciones. Y le dije:

“Pero mira, yo ya veo muy avanzado tu embarazo y no sé, está muy riesgoso.”
Después de haberla convencido, etcétera, y ella no cedía, al final le conté esta historia de los niños que había yo visto.

Le dije, “Dios no me dio un hijo ahí, pero yo te pido que tengas a tu hijo. Y si no lo quieres y si sale muy mal, regálamelo. Yo sabré ser un padre para él. Y lo amaré como no sabes cuánto.”

Esa mujer despertó de repente de su perturbación mental, moral y todo lo demás. Se arrepintió, por supuesto. Y ya tuvo al niño. Yo nunca supe hasta tres años después, también yendo a una celebración de esas emergentes que me pidieron en una iglesia que yo no conocía. Al final sale esta mujer y me dice: “Aquí está tu hija.”

Dije, “No, no es mía. Tú decidiste tenerla.”

De verdad era un hermoso ángel rubio de ojo claro, con todas las facultades perfectas, y por supuesto, no era una paternidad física, pero ahí, yo siento que dentro del ministerio se formó un corazón más paterno. Esa sí la tengo muy sensible. Y así muchas ocasiones que mis seminaristas, por ejemplo, carentes también del afecto paterno, confesaban que necesitaban un abrazo de su papá, por ejemplo. Entonces, pues yo los abrazaba, los reconfortaba, les exigía. Y eso a mí me marcó mucho, mucho, mucho,

M.F.: ¿Hace cuánto tiempo fue?

P.A.: Esto fue hace ya como unos 20 años. M.F.: Wow, y todavía se acuerda muy bien. P.A.: Sí, sí, pues si me marcó mucho.

M.F.: Está muy bonita la historia. (Quedó en shock) No sé qué más preguntar. No, qué bonito. O sea, ¿usted cree que el que usted hubiera querido como… al decirle a la señora, “sí quiero a su hijo,” como que ella dijo, “no, espera, esto es un milagro. Claro, si él lo quiere, yo también lo voy a querer.”

P.A.: Sí. Sí, sí, sí.

M.F.: Y después de esa experiencia, o sea, sé que al principio me dijo que usted nunca había querido tener hijos y así, pero no, alguna vez ¿no ha tenido como esa sensación de qué hubiera pasado si hubiera tenido hijos y no hubiera sido sacerdote?

P.A.: Pues mira, los escenarios futuribles, pues uno los puede pensar, pero uno no los intenciona y pues seguramente no los percibe uno como una necesidad, como por ejemplo una señora que quiere ser madre y aunque no haya tenido la experiencia o la oportunidad de casarse o de tener pareja, tiene esa necesidad, pues no. La verdad es que a lo mejor uno compra la idea desde el punto de vista espiritual que uno tiene que ser soltero. Entonces uno se hace un solterón, ¿no? No en mal plan, sino que uno vive ya más bien con esa independencia y con otras perspectivas de querer amar a las personas.

Por ejemplo, yo les decía a los seminaristas en el seminario cuando era formador:
“Miren, yo soy su formador, no soy su mamá, ni su papá, ni su amiguito. Voy a ser su formador y les voy a exigir y estoy formando hombres –varones–, ¿eh? Tienen que ser fuertes porque el ministerio exige…–”

Ya, les echaba yo el rollo. Y algunos sí, los aceptaban y somos grandes amigos, ¿no? Pero aquellos que a lo mejor querían una relación así más romántica, en el buen sentido de la palabra, más así suave y todo eso, pues me verían con ojos feos, ¿no? Porque obviamente… pues a lo mejor ellos tenían otro concepto de la amistad.

Entonces, si uno se va adaptando a las circunstancias, o por ejemplo aquí los fieles, yo les digo:
“Yo los quiero mucho y mi forma de creerlos sacerdotalmente es rezar por ustedes, atenderlos, pensar si tienen una dificultad, cómo les ayuda.”

Ese es el amor que yo les mantengo. Entonces, cambia la perspectiva paterna. Dice por ahí el dicho que “es más padre el que educa que el que engendra.” Entonces, bueno… uno tiene que engendrar en la fe, en el pensamiento, en el bien de las personas. Entonces eso es lo que ayuda mucho. Digo, nunca me he negado la posibilidad de que alguna vez en la vida, pues, yo tenga que aceptar un hijo en el buen sentido de la palabra, ¿no? Adoptarlo o hacerme cargo de alguien, ¿no? O sea, me dicen padre, ¿no? Y yo le digo a muchos hijos, ¿no? Pero así, ¿yo tengo la necesidad de engendrar un hijo? Pues no.

M.F.: No, pero pues entonces todos son como su familia.

P.A.: Sí, exactamente.

M.F.: Muy bien. Y pues ya hablando más del futuro, ¿cómo se ve como en diez años? ¿Cómo ve su misión?

P.A.: Pues la misión, yo creo que sí tiene que entrar en un pleno período de madurez. Todos los días vamos madurando. Como te acabo de decir, yo apenas tengo dos años de asumir una parroquia mientras que otros alumnos míos que ya tienen 15 o 20 años de sacerdocio, pues ya tienen más experiencia y más madurez que yo. Y a mí sí me preocupa mucho la salvación de las almas.

A veces se piensa que nada más el ministerio es celebrar misa, hacer bautismos, echar bendiciones… No. Es llegar a lo profundo del espíritu humano. Entonces entre que pues tengo la fortuna de meterme más a cuestiones de pensamiento, de reflexión, de investigación, pues sí, aportar algo en el plano doctrinal… escribiendo…

Me llaman mucho, por ejemplo, para dar pláticas a sacerdotes, a religiosas, retiros, formación permanente del clero. Yo creo que ahí está mucho la beta a seguir. Yo sí siento muy clara la mano de Dios que me ha llevado a eso. Primero formando seminaristas, luego sacerdotes y religiosas. Y por ahí veo que en el futuro pueda darse más ese desarrollo. Y por supuesto, la atención a los fieles, en un sentido más cercano, más pastoral, incluso pues, más espiritual, y no niego, más afectivo. Porque sí uno se convierte un poco también en ratón de biblioteca.

Hace algunas semanas cumplía aniversario sacerdotal y yo le decía esto a los fieles, “quítenme el olor a biblioteca”. Sí, porque uno se le pasa más tiempo y hace uno un carácter. Entonces, no, yo creo que sí me veo en la perspectiva de aportar más espiritualmente.

M.F.: ¿Y escribe ahorita?

P.A.: Sí, eventualmente me piden artículos para revistas. Por ahí tengo dos o tres libros en el tintero…

M.F.: Como un buen escritor siempre tiene.

P.A.: Jaja, exacto. Y siempre hay temas, entonces uno va haciendo apuntes, haciendo esquemas… O si no, pues para uno.

M.F.: Muy bien. ¿Y como de qué se tratan?

P.A.: La mayoría son sobre investigación del cristianismo antiguo, literatura clásica cristiana, padres de la iglesia de los primeros siglos, temas teológicos espirituales de esa naturaleza.

Fernanda Valle: Ay perdón, ¿puedo hacer una pregunta rápido?

M.F.: Sí, dale.

F.V.: ¿Y usted ahorita es cercano a algun amigo de la infancia? ¿Alguien con quien se siga llevando?

P.A.: Sí, mira, gracias a Dios sí tengo muchos ex alumnos o ex compañeros que nos seguimos viendo, muy amigos. Incluso aquí en la Ciudad de México hay tres obispos auxiliares que fueron mis alumnos y entonces pues hace ocho días vino uno de ellos a la confirmación y él quería venir, ¿verdad? Quería estar aquí con nosotros y trajo otros sacerdotes y y nos sentimos muy identificados, ¿no? Y sí, otros me hablan aunque sea para saludarme o para regañarme. Sí, sí, hay mucha convivencia. Sí, claro que sí.

M.F.: Bueno, de estas personas, o sea, ¿todavía está hablando con ellos? ¿Alguno de ellos acudió a usted como mentor para llegar a ser también religioso?

P.A.: Mira, yo creo que el 97 % de todos mis alumnos han confiado en mi asesoría. Mira, ¿qué te puedo decir? Si he tenido en 30 años unos 5.000 alumnos, a lo mejor exagero, pero, todos me tienen en buena referencia, porque sí, –modestia aparte–, sí me he constituido en autoridad en algunos temas y en algunos momentos, sobre todo, por ejemplo, en la Universidad Pontificia de México, donde he servido casi 28 años, pues ya soy un referente en las materias que yo doy. Fui años secretario, entonces todos los títulos; todas las boletas tienen mi firma, ¿verdad? Y sí, de repente de otras diócesis me llaman para darles alguna conferencia y me tienen siempre mucha referencia.

Para decirte que una vez estando en Roma, fui a unas vacaciones. En Roma. Bueno, unas vacaciones de estudio porque me iba un mes, iba a las bibliotecas, subo a un autobús, yo ya quitado de la pena y de repente oigo un grito:
“¡Padre Alberto!”

Eran unas religiosas a las que les había dado clase hace mucho tiempo, ni me acordaba de ellas, pero pues, las vi mexicanas y pues ya me empezaron a hacer la plática. Con decirte que sí, me tienen en buena referencia, porque pues sí, he sido maestro toda la vida y creo que he tenido pues, el acompañamiento necesario. Ahorita, por ejemplo, me sigue mucho un sacerdote de Orizaba que hace un año se ordenó y fui a su ordenación allá a su lugar de origen y me busca mucho y muchos me piden a cada rato asesorías, información… Entonces, pues ese es el orgullo y la satisfacción después de muchos años.

M.F.: ¿Y tiene como algún consejo que le dé siempre a sus estudiantes o algo que les diga para inspirarlos?

P.A.: Sí, y pues se han convertido en lemas también de la docencia. Mira, por ejemplo, yo siempre les digo a los alumnos:

“Les digo esto para su culturita.”
Ya saben que deben tener un bagaje cultural. Otra, “A ver, yo no quiero que se aprendan esto. Tatúenlo en su cerebro, por favor que no se les olvide.”

Y otro consejo, que así ya más en serio, es que sobre todo a los sacerdotes o a los religiosos les digo:

“Ustedes tienen que ser sabios y santos, porque eso lo que va buscar de ustedes la gente. No van a buscar al hombre, no van a buscar al funcionario o al erudito. Los fieles van a buscar a una persona sabia que los aconseje y a un santo que los venga.”

M.F.: Bueno, hoy no venimos buscando a un sabio, o a un santo, si no, a una persona, a un humano. Pero todo lo que nos ha dicho está muy bonito.

P.A.: A ver dónde metes todo eso en cinco minutos.

M.F.: No, voy a tener que editarlo todo. Va a va a estar padre, va estar interesante jajaja. Y pues para terminar, a lo mejor va estar difícil, pero en una palabra, si pudiera decir lo que significa ser sacerdote, ¿qué palabra usaría?

P.A.: Otro Cristo

M.F.: ¿Por qué?

P.A.: Porque eso es el sacerdote. Otro Cristo.

M.F.: Bien. Bueno, una última ahora sí. Pues tras ver todo esto que nos ha contado, que pues nunca tuvo en realidad dudas y siempre estuvo muy certero, ¿qué le diría si pudiera regresar en el tiempo a su yo del pasado antes de ser sacerdote?

P.A.: Que cometiera menos torpesas.

M.F.: Ok, ¿qué tipo de torpesas cometía?

P.A.: Bueno, pues mira, definitivamente uno por la inmadurez, pues sí, comete algunas indiscreciones, imprudencias, inconsistencias flojeras… Sí, falta de madurez, a lo mejor, sí… Frenar algunas decisiones que no debería haber tomado; excesos de carácter o cosas así, cosas que uno pudo haber perfeccionado o pulido en la propia autoformación. Son todos los arrepentimientos que uno puede tener en la vida, sí, concretamente, sobre las imperfecciones propias. Espero que te sirva.

M.F.: Sí, lo agradezco muchísimo. Le digo que me daba mucha pena, pero creo que salió algo muy bonito.

P.A.: Qué bueno. Ojalá y te sirva para tu tarea y adelante.

M.F.: Muchas gracias.

P.A.: A su servicio.

M.F.: Pues lo estaré viendo… Pues sí, aquí vengo jaja

P.A.: Te espero frecuentemente por aquí.

F.V.: ¿Le apago?

M.F.: Sí, ya está.