ESTE ES UN REPORTAJE DE JOSÉ PABLO SALAS y JUAN JOSÉ RAMÍREZ REALIZADO PARA LA MATERIA SEMINARIO DE PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA (OTOÑO 2014), IMPARTIDA POR EL MTRO. EDUARDO PORTAS.
“¿Qué otra cosa es esta colección más que un desorden al que el hábito ha acomodado al punto de hacerlo parecer algo ordenado?”. Walter Benjamín, intelectual alemán, en su libro Desempacando mi biblioteca.
¿Qué implica coleccionar? ¿Cuándo empezó esta costumbre en la conducta del ser humano? ¿Hasta dónde puede llegar la necesidad de acumular? Esto es algo casi natural ya que los seres humanos somos recolectores. Estamos buscando cosas que vayan a ser útiles en un futuro, pero la recolección no es algo nuevo ni algo aislado de la conducta del ser humano, asegura el psicólogo Óscar Galicia, académico del departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana.
Existen todo tipo de aficiones. En un principio las personalidades no están relacionadas con las personalidades de cada uno si no con los objetos que se coleccionan. El objeto es la base. Cada coleccionista es diferente según el objeto, no todos son iguales. Las colecciones se definen a través de ello.
“No existe una particularidad salvo en los caso extremos que rayan en algo insano. Se puede transformar en el trastorno de obsesivo compulsivo, que es una idea persistente intrusiva que hace que el sujeto, hablando conductualmente, se obsesione en conseguir ciertos objetos que terminan por coleccionar todo”, explicó Óscar Galicia. Esto ha surgido con el hecho de no tener una colección ordenada, si ningún fin, que caracteriza a esta conducta. Habla de una persona que vive con la sensación de que algo le falta.
Nunca lo cuestionamos, pero le debemos el conocimiento de muchas cosas en la historia de la humanidad a los acumuladores o coleccionistas. Sin su trabajo, sin importar la época que sea, el progreso cultural artístico, económico, político, industrial y de cualquier sector, hubiese sido imposible. Gracias a esos recolectores se aprendieron técnicas. Se copiaron modelos y se mejoraron. Gracias a ellos conocemos las grandes obras de arte. Conocemos el proceso de crear una mesa o una silla. Las grandes historias de guerra que pueda tener un libro. ¡La historia misma!
De los mercados llamado de “pulgas”, antigüedades o “chacharas”, muchos dicen que lo que venden ahí, es pura basura. Pero nos equivocamos. Si pensamos la cantidad de basura que se genera al día y lo que se puede hacer con ella, nos daremos cuenta que esos mercados donde los objetos tiene una rotación de manos constante, son importantes para controlar ese número de basura. Y por su parte los coleccionistas o acumuladores cooperan de cierta manera con ello.
Sólo por contextualizar, vale la pena entender el siguiente dato. “En la ciudad de México se generan diariamente 12 mil toneladas de residuos que podrían abastecer un sistema eléctrico de 200 millones de watts, principalmente para iluminación pública, asó como para transporte público como el metro, en 200 mil hogares o para otras funciones”, explica Angélica Hernández en su artículo del periódico El Financiero. Entonces, esas 12 mil toneladas de basura, podrían servir como regeneradores de energía en el Distrito Federal. Pero no se hace. Ahora, si la gente considera que las cosas viejas son basura y se dedica a deshacerse de ellas, el problema en el que estaríamos metidos.
Francisco Messeguer Guillén es alguien a quien siempre le llamó la atención tener objetos. Desde niño le gustaban los coches de fricción de lámina. Algunos eran japoneses y los más caros eran los alemanes. Pero habían los mexicanos que eran los plastimarts. Francisco cuenta que de niño se te antojan muchas cosas pero no siempre te compran lo que quieres. Es decir, por más berrinche que hagas, los padres no siempre ceden. De ahí su explicación de que guardas vestigios de cosas en la cabeza de lo que querías y más adelante los querías tener. Por ello explica un parte de su afición al coleccionismo y a la acumulación de objetos.
“A veces entro en conflicto y tengo la polémica sobre mi caso de que no soy un coleccionista si no un acumulador. Pero tengo elementos de ambos perfiles. Me suelo cuestionar mucho que los objetos pueden ser más permanentes que nosotros. Gracias a los coleccionistas o acumuladores de otros tiempos es que esas cosas se han quedado hasta nuestros días”, explica Francisco.
Francisco explica con fascinación en su gesto y rostro, que determinados objetos son apasionantes por su construcción, como es el caso de los relojes. Que por cierto, es una de sus mayores pasiones. En ellos ves lo que es la historia del ingenio humano. La necesidad de saber dónde estás, qué tienes que hacer y dejar un registro. Poco a poco, en la historia de la humanidad puedes ver cómo marca un reloj la línea del tiempo de la humanidad, al menos la necesidad de saber dónde estamos.
A Francisco le pasaba lo mismo con las plumas. “Yo iba a la lagunilla desde pequeño y veía el surtido que tenían. Conocí a una persona en 1963 en ese mercado llamado Luis Cuevas. A la fecha le compro y nunca me importó las marcas, sólo si podía dibujar bien con ellas. Eso fue lo que me llamó la atención de las plumas, ya que mi afición al dibujo era mucha”, cuenta Francisco.
Por otro lado, Francisco sabe que las cosas han cambiado y la tecnología, la globalización y el consumismo condiciona la calidad de los objetos. “Ahora todo es muy efímero, muy rápido y de consumo. Todo deja de servir rápidamente. Llevas a arreglar un aparato pero se mueren de risa porque explican que debes comprar uno nuevo. Con los objetos electrónicos es con lo que más pasa”, narra mientras se ríe indignado.
¿Cómo explicamos que objetos de hace más de cien, doscientos o más años, aún interesen en los seres humano del siglo XXI? Cuando un niño ve algo que no brilla, le parece aburrido. Claro, con el paso del tiempo empieza a tomar gusto por otras cosas que no sean electrónicas. Pero es interesante eso. Nos ocurrió en las entrevistas de esta ocasión. Un señor que colecciona relojes, y vende lo mismos, nos explicó que a veces no es tanto el valor económico o que el valor no se mide en la antigüedad de un objeto, en este caso de un reloj. Va por lo sentimental en la mayoría de los casos. Pero la importancia de entender el valor de las “antigüedades” resulta interesante.
En el mundo de los coleccionistas, se dice que para poder considerar un objeto como una antigüedad debe tener por lo menos cien años de vida. Entonces sí, tiene un valor especial. Pero esa máxima del medio anticuario varía y no todos coinciden con ella.
“El coleccionismo es una enfermedad, una enfermedad maravillosa y totalmente incurable”, asegura Simon de Pury, una de las figuras más influyentes en el mundo de la subastas de arte. Existen posiciones encontradas en la psicología sobre el coleccionismo. Un ejemplo es el argumento que da el psicoanalista y coleccionista de arte Javier Lacruz, quien asegura que “La expresión de Pury habla en sentido metafórico de enfermedad, en tanto que pasión. La pasión de coleccionar obras de arte, en este caso. Evidentemente, no, no es una patología; más bien es todo lo contrario: es un acto creativo. Todas esa ideas románticas o patológicas sobre el coleccionismo están obsoletas, mitologías periclitadas. Lo explicaré apoyándome en una cita de autoridad, en este caso de Marcel Duchamp. Una cita que tengo como cabecera de nuestra idea de colección, o de idea de coleccionismo. Y dice así: “El verdadero coleccionista es un artista al cuadrado. Elige cuadros y los cuelga de la pared. En otras palabras: pinta una colección”. Como bien dice Duchamp el coleccionista es un artista, porque “pinta una colección“, es decir, hace un gesto creativo equivalente al del artista. Dicho de otra manera: equipara el estatus del coleccionista con el del artista. Duchamp era un tipo absolutamente lúcido…”. Lacruz lo explica en una entrevista que le realizaron en el blog de Art Troop. Un caso interesante del ser psicoanalista y coleccionista de arte a la vez. Quien puede dar un punto de vista desde lo científico y vivencial en un mismo espacio.
En esta misma entrevista realizada a Javier Lacruz, resulta interesante resaltar otros elementos para comprender el fenómeno y la conducta de un coleccionista. En la misma, el entrevistador lo cuestiona sobre ciertas frases referentes al coleccionismo enunciadas por coleccionistas y galeristas del medio artístico. Por ejemplo; “El coleccionismo no es un hecho impulsivo, la compra de una determinada obra lleva un estudio detrás“, Adam Lindemann, coleccionista. Sobre esta Lacruz responde: “Se ajusta a la idea que he mostrado del coleccionismo de arte como gesto creativo. Todo coleccionista estudia, reflexiona, valora, etc. Es un proceso complejo que lleva a la decantación de años de estudio, aprendizaje, en definitiva, de disfrute”. Después, se le cuestiona sobre la frase de Marianne Boesky, Galerista de Nueva York; “El coleccionista es una persona arriesgada. Todas sus adquisiciones tienen un sentido, existe un hilo conductor que las entrelaza y constituye un todo, un argumento. Define la visión estética del coleccionista”. A lo que Javier respondió; “Encierra también un valor, es de una persona experta, sin duda, pues toda colección exige una armonía, no es una patulea de cuadros, sino que precisa coherencia y concordancia interna dentro de la propia colección. Toda colección encierra un argumento, como bien dice el autor de la frase. Y claro que define la visión estética del coleccionista, pero cuidado, parcialmente. Porque depende de la capacidad económica del coleccionista. Por ejemplo, a mí me gustaría coleccionar Picassos, o Pollocks, hay límites por tanto a esa visión estética del coleccionista. Y la última frase de Marc Glinder, galerista de Nueva York; ”El arte no es un pasatiempo para ricos, porque no se lo pueden permitir”, Lacruz fue muy claro sobre las limitantes económicas de coleccionar. “Es una divertida ironía, pero soy escéptico: los mejores cuadros siempre acaban en casa de los más ricos. Lo que cabe esperar es que, finalmente, terminen en un museo”.
Los coleccionistas se pueden confundir con acumuladores, pero no son lo mismo. Los coleccionistas prefieren el orden y su búsqueda tiene una secuencia. El acumulador no. Sólo junta y junta. No lo disfruta. El coleccionista le gusta ver su colección, pulirla y presumirla. El acumulador no lo disfruta. Esa es la gran diferencia entre estas dos conductas, explicó Óscar Galicia, académico del departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana.
“La acumulación es una psicopatología, sobre todo cuando no tiene ningún objetivo. Pero es algo muy intrínseco a nosotros. Siempre pensamos que algo nos va a beneficiar. La acumulación más obvia es la del dinero. Es algo muy natural en los seres humanos. Nadie ha estudiado esto como un proceso psicológico como tal, ya que nos parece que es algo muy natural. La acumulación de bienes es un intento psíquico de estar preparado para cualquier cosa”, explicó Óscar Galicia, académico del departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana.
Uno de los bazares de antigüedades más reconocido en el Distrito Federal es el que se instala en la colonia Doctores, en la calle Colima esquina con la avenida Cuauhtémoc. Ahí, un señor está sentado mientras espera clientes. Ojea una revista y de vez en cuando, intercambia algún comentario con su hija, que está sentad a un lado. Tiene cabello blanco y el pelo largo, una coleta. Ya muy reducida, pero aún es una coleta. Serio y amable a la vez. Tiene el gesto cansado pero demuestra conformidad. No es cansancio frustrado. Es más bien un cansancio de años. Parece un vendedor común, pero es alguien cercano a sus compradores en su puesto de libros y discos. Aunque de lejos no lo parece y nadie lo imaginaría, Francisco estudió la carrera de Cine en el CUEC pero no se dedicó a eso por el interés a la lectura. Aparte de ello, estudió Sociología. Cuenta que desde niño compraba libros y así empezó a vender. Los discos ocurrió de igual manera. De niño escuchaba música y cuenta que fue al Festival de Avándaro, por eso el amor al rock en lo que vende.
Es uno de esos vendedores que parece no tener historia y que debe comer, pero no. Tiene un puesto de discos de Rock y de libros especializados en México. Francisco lleva más de 30 años de trabajar en bazares. Antes de estar en la Doctores vendía en otro espacio en Álvaro Obregón, pero las autoridades los movieron al Jardín Pushkin. Francisco, como mucho otros, asegura que viven con la inseguridad de la calle y a criterio de las autoridades. Se instalan los sábado de diez de la mañana a cuatro de la tarde. Nos cuenta que los vendedores buscan las cosas en otros tianguis, con clientes y hay gente que les lleva cosas a vender. Antes estuvo en el chopo.
Platica que hay días muy malos donde solo recibe 500 pesos pero es algo que puede variar. “Es mucho trabajo por que hay que poner la carpa y cargar todo el material. Hay días buenos que sacamos 2 mil o 3 mil pesos. Entre semana vendo en Bellas Artes y la gente me busca ahí. Los clientes me ofrecen material de mi especialidad”, explica Francisco.
Algo a lo que varios vendedores hicieron mención fue el problema de las autoridades. Aseguran que no respetan el trabajo de ellos. Cuenta Francisco que en alguna ocasión tuvieron un problema con un sub delegado de la Delegación Cuauhtémoc, donde llegaron y metieron a gente nueva a vender sin preguntar o avisar a alguien. “Nosotros pedíamos respeto a nuestro trabajo pero nos respondieron que la calle no generaba derecho. Nosotros les dijimos que no, pero que nuestro trabajo sí. A pesar de ello nos quitaron sin respetar luego de estar ahí 30 años”.
El primer paso para que Octavio compre un reloj es porque le gusta la pieza. Si no es así, no lo compra. Sea la marca que sea. Octavio es un vendedor más del bazar de la colonia Doctores y es otro caso de alguien que está convencido del valor de las antigüedades. Por otro lado, como muchos de sus colegas es alguien que ejerce esa profesión con el convencimiento de que es su pasión. De hecho trabajo antes para el gobierno, peor decidió al comercio de relojes antiguos. “A la gente que le vendo ya conozco qué es lo que le gusta y lo que colecciona”, cuenta Octavio.
Parte de las cosas es conservar lo que inviertes. En los relojes o cualquier bien que adquieres, debes saber que lo que compras lo vas a recuperar en un futuro. Sobre esto, Octavio resalta que es un valor que no existe con los objetos modernos. “Una pieza no les funciona a los relojes de ahora y ya no sirve. Para mi ese es el chiste de un reloj. Que si una pieza ya no sirve la puedas reparar”.
Otros vendedores tienen ciertos criterios a su favor. Por ejemplo los juguetes aunque sean de otra época, a los niños les llaman la atención. Los que venden discos saben que aunque la tendencia musical cambie, siempre existirán los clásicos y así sucesivamente. Pero con los relojes existe un factor muy interesante. En gran medida, a los jóvenes ya no les interesa utilizar un reloj. “Los que vendo de bolsillo ya no les llama la atención. Pero hay niños que nacen con eso y desde pequeños les interesa. Yo les digo que inviertan en algo que valga la pena y que en un futuro le puedan recuperar la inversión hecha. Invertir en algunos relojes un poco más caros vale más la pena que en muchos de bajo precio. La mayoría de los clientes me hace caso, ya que considero que esto es un negocio de confianza.
Octavio que la gente suele explicarle porqué se lleva cierto objeto. “Un ejemplo que siempre me viene a la mente es el de una señora que me contó que su madre tenía un objeto que yo vendía que perdió en el terremoto de 1985, donde se perdieron muchas cosas. La señora se emocionó y no dudó en comprarlo para recuperar ese objeto”.
A veces los mismos vendedores se encariñan con sus propios objetos. De hecho, en muchas ocasiones son objetos que compraron para ellos y que por determinada razón los deciden vender. “En una ocasión compré un reloj que me gustaba mucho y me preguntaron el valor que tenía. Yo no lo quería vender y lo ofrecí en $50 000. 00. El comprador se lo llevó. Aunque me dijo que era muy caro yo le comenté que eso valía. Claro, esto con el interés personal que yo tenía en el reloj, pero sí era un reloj muy caro. Ahora me arrepiento de haber vendido esa pieza, porque era un reloj muy poco común”, cuenta Octavio al momento de bajar la mirada y apretar los dientes con fuerza por el arrepentimiento de aquella venta.
Octavio asegura que los bazares son cultura y explica que “no son chácharas como le llaman, es un poco de historia de cada quien”.
Cuando caminas por esos bazares y escuchas ciertas historias confirmas las referencias que te dan los vendedores sobre el recuerdo y la añoranza de objetos que tuviste o que recuerdas de algunas manera. Eso ocurrió con Jorge Calderón cuando vimos su puesto y recordamos descolgar un teléfono para marcar los números por medio de un disco y no por medio de botones. Jorge tiene más de 30 años comerciando con la telefonía antigua en el bazar de la colonia Doctores. Antes de esto tenía un restaurante. “Mi familia y yo nos salimos de eso y me dedique a la telefonía. Vendo teléfonos hechos en 1920 y tengo modelos hasta de 1980. Lo que más buscan son los teléfonos de disco. Muchos niños o jóvenes no saben cómo funcionan ya que nacieron con los digitales y se impresionan al verlos. Entre más antiguos son su precio es más elevado. Por ejemplo, el más caro está entre $7000.00 y los más modernos entre $700.00/$800.00. Hay clientes que se han puesto a llorar al recordar que tenían cierto teléfono”.
Existen muchos espacios en el Distrito Federal y en el mundo para que los coleccionistas acudan a continuar con su búsqueda. En algunos casos sólo acuden a conocer el atractivo y en otros a ver si algo les gusta. Julio es un vendedor más del bazar de la colonia Doctores y lleva ahí más de 12 años. A diferencia de otros puestos, su puesto es de juguetes, algo cada ve mas común en estos bazares.
Cuando estás cerca del puesto de Julio y aunque no vayas a comprar nada, ocurre que ves algo que te recuerda a tu infancia. Entonces te preguntas, ¿Cómo tiene el juguete que yo tuve? Julio, siempre con lentes oscuros sin importar si hay sol, cuenta que acuden a diferentes tianguis donde la gente saca cosas de la basura, por ejemplo en Santa Martha, Santa Cruz y Las Torres. Él acude y clasifica los juguetes, los lava y recupera para poder venderlos. También comenta que en ocasiones les llevan los lotes de juguetes a su puesto y ahí mismo los clasifican. “En un día puede variar mucho el ingreso que tengo en mi puesto, va desde $1500.00 a $3000.00”. El puesto de Julio está dirigido para coleccionistas de edad avanzada, no para niños. “El perfil de los que acuden es de jóvenes que con el tiempo quieren recuperar sus juguetes y que ya tienen un poder adquisitivo importante. Generaciones que ahora tienen 20 años son las que más buscan juguetes, son generaciones donde se hicieron juguetes a escalas masivas. El problema no es encontrar lo que te piden, si no encontrarlo con sus accesorios y en buen estado”.
De hecho, algunos de los clientes principales de este mercado y del puesto mismo coinciden los domingos en el Museo del Juguete, ubicado en la misma colonia.
Los niños cuando crecen olvidan muchas cosas. En la infancia se tiene cierta percepción y se retienen momentos u objetos muy específicos de la historia de cada uno. Normalmente esos momentos se quedan en el inconsciente y vuelven a nosotros cuando vemos ciertos objetos. Por medio de los juguetes los niños retienen pasajes únicos en su historia y lo que implica un juguete va más allá de un simple uso de carácter lúdico. Puede representar la historia de un país. De su industria y economía, así como de su cultura.
Coleccionar objetos es algo que viene desde tiempo atrás. Y es normal encontrarse coleccionistas de arte o antigüedades por todo el mundo. Pero, ¿Por qué querer coleccionar juguetes? En mayor o menor escala, cualquiera ha hecho una pequeña colección de ellos. Aunque sea temporalmente y al paso del tiempo desaparezca, los conservamos en algún momento. Y esos objetos históricos que marcaron época de cada generación, se van esparciendo por diferentes lugares. Esos objetos tienen historia y para contarla o revivirla, hubo alguien quien lo hizo, y en al año 2006 creó el Museo del Juguete Antiguo. El arquitecto mexicano de origen japonés Roberto Shimizu decidió compartir lo que desde muy pequeño coleccionó para nutrir a la sociedad. Para que sus hijos preservaran lo que él había formado y para que todos tuvieran acceso a esos recuerdos.
La calle de Doctor Olvera #15 alberga el museo en la colonia Doctores donde se encuentran más de 40 mil objetos coleccionados por el arquitecto. Algunos llegaron desde su pasado y otros los ha ido acumulando al paso del tiempo. Junto con sus tres hijos se ha dado a la tarea de exponer y contar a la gente sobre su pasado a través de los juguetes. Uno de los puntos importantes que destaca el arquitecto, es sobre el pasado de la industria juguetera en México.
“El museo es una muestra, una prueba en objetos de que los mexicanos teníamos una industria juguetera fenomenal, pero todo eso se acabó con la globalización”, explicó Shimizu.
Sobre la importancia de coleccionar cacharros y objetos que no se comparten con la sociedad, asegura Shimizu, “es una colección que está destinada a desaparecer, sobre todo si no hay continuidad”.
La comercialización es uno de los factores que más ha afectado a la industria juguetera mexicana. Roberto ha creado un grupo de amigos y conocidos que le han dado valor agregado al museo, ya que en conjunto han enriquecido la exposición del mismo.
Algo esencial sobre la cultura del juguete es el cambio del uso que le damos, comenta Shimizu. “Los juguetes que se pueden ver en el museo son juguetes que duraban mucho tiempo en otras épocas y que los utilizaban diario. Un objeto que se grababa en los recuerdos con mucha fuerza. Tanto que al momento de verlos podemos recordar el lugar donde jugábamos con ellos, las personas con las que convivimos. Las cosas que creamos con ellos. En cambio ahora los niños los usan un día y los dejan”.
Como bien comenta el arquitecto, el juguete como manufactura ha cambiado. Únicamente nos hemos convertido en un país que recibe grandes empresas trasnacionales como lo son Mattel, Lego y Famosas. Pero de hecho, “La industria juguetera en México es la tercera del mundo por producción y exportación, después de China y Brasil, luego de que posee el 18% del mercado juguetero global, este último valuado en 90,000 millones de dólares”, asegura Lilia González en su artículo del periódico El Economista.
Lo que se transforma en millones por producción en serie y de juguetes extranjeros. Y según Shimizu lo que esto ha provocado es tener a los padres en una compra constante e interminable, sin crear este vínculo de sentimientos.
Marcas como Lilly Ledy producía en su época lo que 15 o 20 empresas norteamericanas. El gobierno trató de hacer una industria nacional y se volvió auto suficiente en varias áreas. Lo que hicieron las empresas mexicanas era conseguir licencias de empresas de otros países y así producían. Empresas como Plastimarts, Sixa, Jugarama y Lilly Ledy, todas esas empresas desaparecieron.
Por ejemplo, algunos datos que reflejan la realidad de la industria juguetera en México fueron revelados por la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin). En un artículo publicado por El Econominsta, explica el poder de China en México y el mundo. “En la actualidad 80% de los juguetes y bicicletas que se comercializan en México son chinos y se prevé que ese porcentaje se incremente con la posible operación “Dragon Mart”. Sólo el 20% se fabrican en México”, explica el texto del Economista.
Esto es sin duda es algo preocupante que refleja el abandono y la pérdida de la manufactura de jugueteras mexicanas, algo que detalló Shimizu es que recuperarlas es algo extremadamente difícil de recuperar, ya que implica mucha inversión y dolor. “Son trabajos muy duros, de un largo proceso para ver resultados. El único país que puede y que lo está haciendo, es Japón por su poder económico”, explica Roberto.
El museo es una colección de la historia de México. Se encuentran piezas que explican la cultura y las tradiciones del mismo. Por ejemplo, la nueva exposición que montaron es sobre el ídolo de lucha libre mexicana, por la figura de el Santo. Ese pasaje del museo es sin duda uno de los más interesantes. Ya que se refleja por completo la cultura mexicana. Shimizu asegura que la figura del Santo es la más replicada en el mundo. Los objetos que muestra ahí es la transición del personaje, sus inicios y final. Su clímax como ídolo mexicano. El arquitecto asegura que el héroe mexicano es por mucho la figura que mayor identifica a los mexicanos, más que la virgen de Guadalupe. El protagonista de varias películas entre las décadas de los años 60 y 80 explica mucho de la industria juguetera en México.
La exposición que está recién montada sobre el enmascarado de plata tiene objetos personales del luchador, ya que la viuda de el Santo les dejó toda su parafernalia, entre ello cartas que le escribió el ídolo a su mujer. Otro dato que da interesante el arquitecto, es sobre el único y verdadero juguete 100% de origen mexicano. “Los luchadores y el ring son el único juguete de origen mexicano, los demás como el balero, el trompo y las canicas son juguetes que llegaron con la Conquista”, aseguró Roberto.
Cuando acudimos a un museo normalmente vamos ver objetos únicamente. A impresionarnos por algo que nos deslumbre, pero son objetos que conoces y sigues con el siguiente. Si aquí en el Museo Antiguo del Juguete Mexicano encuentras algo que te detenga. Que te haga viajar al pasado y recordar donde corrías en la casa con ese carrito o ese muñeco, el objetivo del arquitecto se ha cumplido. Se pone como ejemplo al momento de recordar la sábanas de su casa donde jugaba de niño, ya que recuerda que normalmente se jugaba en las camas. “Este no es un museo visual, es un museo de sentimientos, de cosas que recordamos. Es un museo mas dirigido hacia los adultos, de cosas que hemos tenido y nos llevarán a ese tiempo”, aseveró Shimizu.
Desde 1993 se dio cuenta que quería darle forma a su colección. Luis Felipe López Portillo es uno de las personas que colabora con su colección en el museo del arquitecto Shimizu. Un piso completo ocupa su colección. Explica que al paso del tiempo fue como se dio cuenta del valor de la caja de un muñeco o figura de acción. Se empezó a preparar para poder entender un poco del contexto de su colección. “Si no estudias, si no juntas información, te quedas en un simple acumulador pero no encuentras la cuadratura”, asegura Luis Felipe.
Su colección se centra en figuras de acción, sus vehículos y accesorios. Intenta coleccionar figuras que surgieron desde 1964, fecha que surgió la primera figura de acción con los G.I. Joe y que detonó la afición por el coleccionismo y la producción.
“De un tiempo para acá he intentado coleccionar figuras mexicanas, aunque me siguen gustando los objetos extranjeros, me llama la atención mucho del pasado de la industria que existía en México”, explicó López Portillo.
El arquitecto Shimizu asegura que la colección de Luis Felipe es una de las mejores y más completas colecciones de juguetes en el mundo.
El coleccionismo es tan amplio que las expresiones y referencias que hay son infinitas. Sobre juguetes, postales, arte, discos, relojes, plumas y mucho más. Dentro de ello, y de las más importantes, existe sobre la literatura. Una de las grandes referencias de coleccionismo donde también se hace referencia a la antigüedad y a la psicología, una vez más. “La Literatura y el coleccionismo tienen en común la aspiración a lo infinito, a lo inacabable, y la concepción de la actividad como recolección y acopio de objetos del pasado. El coleccionismo, el afán de acumular objetos, a veces heterogéneos y en ocasiones pertenecientes a ámbitos muy específicos y hasta raros, ha sido objeto de estudios numerosos, desde los acercamientos históricos hasta los análisis psicológicos”, dice Ricardo Senabre, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, sobre la obra de Yvette Sánchez; “Coleccionismo y literatura”.
Walter Benjamin, intelectual alemán, explica que el coleccionar es una manera de recordar mediante la praxis. Por ello hizo referencia a la siguiente descripción de ello. “La fascinación más profunda del coleccionista consiste en encerrar el objeto individual en un círculo mágico, congelándose éste mientras le atraviesa un último escalofrío (el escalofrío de ser adquirido). Todo lo recordado, pensado y sabido se convierte en el zócalo, marco, pedestal, precinto de su posesión”, explica Benjamin en una cita que hace Fernanda Muslera en su reportaje titulado “Sobre el coleccionismo de arte o el caos de los recuerdos”.
Resulta interesante ya que en ese mismo artículo, Muslera recuerda lo que Saramago escribió en su momento sobre un coleccionista, que según él se rige por la “angustia metafísica, porque no consigue soportar la idea de caos como único regidor del universo”, esto en referencia de lo que Fernanda llama el “Caos de los recuerdos”.
El coleccionismo puede tener los rasgos de la conducta de un narcisista. La cual se define por las cosas que tiene y por el reconocimiento social de esas cosas que tiene. Óscar, académico del departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana. asegura que todos lo tenemos y nos gusta, pero hay colecciones que son absolutamente narcisista. La persona lo hace para que lo admiren. Habla de una necesidad del sujeto. Una necesidad de ser visto. En esta actividad, explica Galicia, no se tienen todos los componentes de la búsqueda ya que nunca completarás la colección y siempre se tendrá el mecanismo humano del deseo. Los humanos buscamos lo que no tenemos. El deseo del humano es amplio y verás por conseguir eso que te falta.
Dentro de las posturas psicológicas que existen sobre el coleccionismo o los acumuladores, es importante entender lo que dice Óscar Galicia, académico del departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana. Pero dentro de esas, se habla sobre la posibilidad de “provocar un trastorno obsesivo compulsivo en las personas con tendencia a sufrirlo. En los últimos años se ha detectado un aumento importante de casos en los que el coleccionismo exagerado ha desembocado en un trastorno obsesivo compulsivo o en una adicción a las compras”, dicho por PRISMA, Proyecto de Rehabilitación Integral de la Salud Mental en Aragón.
Por otro lado, Alberto Desfassiaux explica en su artículo “La psicología detrás del coleccionismo”, en la revista Sexenio, la postura de la psicología moderna y lo que ha hecho en los últimos tiempos para entender este fenómeno. “Se ha conseguido determinar que existen tres razones principales por las que una persona quiere retener o coleccionar objetos; La primera de ellas es que podemos pensar que, en realidad, tal o cual artículo nos será útil en algún momento o que, en su defecto, podremos venderlo a un muy buen precio en el futuro. La segunda es que dicho objeto tenga un valor sentimental especial (esta razón puede ser el punto angular de la respuesta, pero a la vez, la más complicada de descifrar). Y por último, se suele creer que al adquirir algo con alto valor monetario, nuestro status como seres vivientes aumenta; es decir, nos hace más importantes o especiales”.
El académico Óscar Galicia tiene colegas a su favor. Y que según el psicoanalista italiano Sergi Lebovici, “un coleccionista es un narcisista que se apropia de un objeto, independientemente de su valor real”, explica Jairo Luiz Carso cuando habla sobre la psicología del coleccionismo. Ahí mismo da un apreciación interesante sobre tema. “No se sabe cuándo fue que el ser humano resolvió guardar algunos objetos que halló curiosos o, de alguna manera, útiles para algún determinado fin. No obstante, se sabe que muchos humanos tienen (tenemos, en realidad) una verdadera compulsión, fetichismo, obsesión, romanticismo y hasta una cierta locura por reunir objetos”. Todos esos términos que él da como nombre al fenómeno de coleccionar se utilizaron previamente con otros entrevistados, principalmente con el profesor Galicia.
Octavio, coleccionista y vendedor de relojes antiguos en el mercado de la colonia Doctores, nos comentó que la gente prefiere y valora los relojes por su calidad. Eso mismo nos dijo en aquella entrevista el arquitecto Shimizu sobre los juguetes de antes y de ahora. La calidad es totalmente diferente, por ende su duración. Así fue con Francisco, quien vendía libros y discos. Y cada uno de ellos coincide. A pesar del avance de la tecnología y la industria, los objetos a los cuales tenemos acceso resultan desechables.
En el documental “Coleccionistas”, hecho por Epic Media Argentina, surgen frases enunciadas por coleccionistas argentinos que coinciden con las de México. Lo que resulta interesante para entender el concepto universal de coleccionar. “Mi mujer me va a echar”, “El coleccionista es coleccionista de alma aunque no tenga un peso y puede ser que no tiene para comer y no va a comer” y “Puede ser una pasión y a veces hasta una obsesión, o como investigación un desarrollo mental o espiritual”.
Resulta imposible definir a un buen coleccionista, pero Javier Lacruz plante un concepto interesante; “Una profesión en la que no hay títulos universitarios. Es decir, todos somos coleccionistas de algo. Y es un mito eso de que hay que tener dinero para tener una colección; lo que hay que tener es ganas, alma, o como quiera llamarse”.
Bibliografía:
Industria Juguetera Mexicana. El Economista. http://eleconomista.com.mx/taxonomy/term/7530
Sobre el coleccionismo de arte o el caos de los recuerdos”.
http://www.fronterad.com/?q=sobre-coleccionismo-arte-o-caos-recuerdos
Documental “Coleccionistas”. Epic Media Argentina. https://www.youtube.com/watch?v=U2JQkORGXk4
La psicología detrás del coleccionismo
http://www.sexenio.com.mx/articulo.php?id=39970
Entrevista a Javier Lacruz, psicoanalista y coleccionista de arte.
http://arttroop.com/blog/2013/03/20/entrevista-javier-lacruz-coleccionista-arte/
Walter Benjamín: el recorrido de un coleccionista. Virginia C. Martin.
http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2010/10/mesa-18/martin_mesa_18.pdf
Coleccionismo y literatura de Yvette Sánchez, por Ricardo Senabre.
http://www.elcultural.es/revista/letras/Coleccionismo-y-literatura/15614
Psicología del coleccionista