Diferentes formas de vivir una vocación

ESTE ES UN REPORTAJE DEISABEL PARÁS E IVETTE REBOLLAR REALIZADO PARA LA MATERIA SEMINARIO DE PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA (OTOÑO 2014), IMPARTIDA POR EL MTRO. EDUARDO PORTAS. 

Es interesante que en México, en donde datos del (INEGI) revelan que del total de la población del país, 82.7 por ciento son católicos, el 9.9 reconoce una religión diferente y 4.7 por ciento no siguen religión alguna, se tengan opiniones tan dispares sobre la labor religiosa.

Es por eso que iniciamos un recorrido hacia las distintas formas de ver y vivir una religión.

En un principio el trayecto resultó difícil, acercarse a la vida religiosa tiene sus trabas, ya que quienes se dedican a ella, tienen una gran cantidad de actividades, por lo que en ocasiones es difícil establecer contacto. Pero a pesar de todo, obtuvimos nuestras fuentes:

Después de una búsqueda, desesperada y un cuanto fallida, de contactos; sin siquiera imaginarlo llegamos a una solicitud de amistad en Facebook de la Hermana Concepción Toral, quien a su vez nos llevó a contactarnos con la Hermana Isabel Villar vía Whatsapp, de inmediato algunas preguntas y conjeturaciones surgieron: ¿Las monjas pueden tener Facebook? ¿Cómo me dirijo a ella? ¿Tienen acceso libre a la tecnología?, “Seguramente tardará años en respondernos”…

Para sorpresa nuestra, recibimos la respuesta tan sólo diez minutos después: “Hola Ivette, buenas noches. Estoy a tus órdenes”. –escribió la hermana Isabel Villar.

Tras una breve conversación introductoria la personalidad jovial, dispuesta y entusiasta de nuestra entrevistada fue apareciendo: “Mira, en esta foto estamos Conce y yo, soy la de azul con blanco”, “Y aquí otra foto”. En ambas imágenes aparece una mujer sonriente y vital. La misma que accedió a una entrevista vía Skype el día 10 de octubre.

Isabel Villar Maldonado de 43 años, originaria de Apatzingán Michoacán y habitante actual de Morelia, pertenece a la congregación de Nuestra señora del perpetuo socorro, misma que situó sus inicios en los años 20 durante la persecución cristera: “Tengo en la congregación desde 1991 y 20 años de profesa”.-Dijo con soltura a la cámara.

Posteriormente respondió de forma entusiasta nuestras preguntas:

¿Cuál es su rutina diaria?

Lo que llevo a cabo dentro de la congregación actualmente es un trabajo de pastoral juvenil y vocacional en la iglesia. Ordinariamente la religiosas de vida activa no tenemos un esquema rutinario, siempre hay actividades muy diversas y depende también del servicio que esté prestando.

En mi caso, pues mis actividades varían bastante, por ejemplo el día de ayer, por la tarde, estuve en la eucaristía, tuve la hora vocacional, después tuve una reunión por la noche. Lo que marca la vida comunitaria, son los espacios de oración y de orientación. Sin embargo, es una cuestión de apostolado pero también de servicio o trabajo, ya varía según la situación de cada hermana, a lo que se dedica. Por ejemplo yo en las mañana hago oración con la comunidad, después desayunamos, después tenemos un lapso de tiempo para las actividades propias de cada hermana, luego nos volvemos a ver por la comida y hasta en la tarde nos volvemos a reunir para la oración.

En el caso de aquí de Morelia por ejemplo, es un centro donde atendemos a jóvenes que estudian la universidad. Las jóvenes tienen su rol o sus actividades propias, sin embargo nosotras estamos con ellas, las vemos, las invitamos al grupo de jóvenes y luego los sábados aquí en la congregación, en la comunidad concretamente tenemos catequesis de 4 a 5:30 de la tarde luego entre semana voy con un grupo de personas.

La actividad de una religiosa de vida activa, es muy diferente a una religiosa de monasterio o una monja, que así le llaman ordinariamente. Monja viene del nombre monasterio que es un lugar solitario

Nosotras las religiosas ordinariamente vivimos en unas comunidades insertas en el área mayormente humana.

¿Por qué decidió unirse a la orden?

“Me gusta que me pregunten eso, primero porque a veces se cree que uno está como marcado, <Ésta nació para monjita y desde chiquita ya está lista para la vida consagrada>, sin embargo el caso mío no fue así.

Yo de pequeña hasta me aburría en misa, no me gustaba ir, nos mandaban los domingos a misa y yo pensaba “Qué suene la campanita para ya irme de aquí”.[…] pero empecé a tener muchas dudas sobre de qué se trataba eso de creer en Dios.

Cuando iba yo en secundaria empecé a tener muchas preguntas por parte de mis compañeros y maestros, me decían, y tú por qué vas a la iglesia y tú por qué participas en momentos de oraciones y retiros, yo no les contestaba.

[…]Yo empecé a contactar con gente muy pobre, en situaciones muy críticas, tendría unos 16-17 años, participé en campañas de vacunación, en buscar cosas para la vivienda, me gustaba meterme a muchas cosas y empecé a ver situaciones muy vulnerables; personas que estaban frustradas, jóvenes que a veces maltrataban a sus propios familiares porque no aceptaban vivir. Entonces me dije, ¿Qué puedo hacer con esto?

Una situación que me marco muy fuerte, fue cuando yo estaba en tercero de bachillerato y fuimos a vacunar a una zona muy pobre a Apatzingán, yo tomaba del bracito a los niños y era puro pellejo y decía, ¿Por qué estas realidades tan fuertes?

Luego vino otro espacio en mi vida de joven, cuando yo iba mucho a las discos, iba mucho a las fiestas, me gustaba organizar tardeadas con mis amigos, en ocasiones hasta me iba de pinta con mis amigos en el bachillerato, y después de todo esto decía, esto qué, ¿Qué hay detrás de todos esto? En medio de todo lo que yo quería, yo quería ser abogada, ser médico, ser maestra, ser trabajadora social, y yo decía, todo esto para qué me sirve… si Dios me ha dado tanto yo qué puedo darle a Dios, y fue entonces cuando yo me planteé saber que es lo quiere Dios de mí, fui a un retiro y en esos 7 días, (estoy hablándote en el año 89-90 más o menos) en esos siete días, yo me di cuenta que algo me llenaba más que las diversiones, que andar con mis amigos y fue cuando decidí con seriedad preguntarle a Dios y preguntarme a mí qué es lo que iba hacer con mi vida”.

¿Cuál piensa que es la opinión general hacia las religiosas?

“No hay una opinión general, ordinariamente se nos llama así, monja pero a veces hay personas que a lo mejor y no son creyentes, no sé porque lo digan o lo hagan pero esos nos lo dicen despectivamente. De hecho aquí cerca en mi casa, curiosamente hace un año había un joven corriendo con su perrito y yo le dije: “Hola qué tal, buenos días” y él me contestó “vieja bruja”, me dio risa […] luego depende del ámbito donde te muevas, aquí en Morelia, las religiosas sí tenemos mucho respeto y nos ven con esa actitud de respeto, podría decir, sin embargo hay lugares que no son así…”

¿Alguna vez ha dudado de su vocación?

Yo dudé cuando estaba en mi primer año de formación religiosa, recuerdo muy bien que estaba en una comunidad de San Antonio Buenavista en Toluca, por qué yo decía, tal vez es un auto-engaño, tal vez y yo me estoy imaginando que Dios me llama pero que a la mejor y soy yo quien quiso estar aquí, no sabía por dónde me llamó el Señor, entonces yo me preguntaba, “¿No estaré loquita?”.

Otro momento fue cuando yo iba hacer mis votos perpetuos, ahí me di cuenta que habían muchas cosas en la vida religiosa que de repente son insuperables humanamente, como cuando alguien te desprestigia, yo no sabía si soportaría cuando en algún momento alguien dijera Isabel no está haciendo las cosas como se deben. Eso fue mucha confrontación, el miedo a la crítica, el miedo a ser destruida o a ser lastimada

También me mueve fue la situación de mi familia, en este caso y concretamente de mi mamá, tiene ya 82 años, es diabética, está pasando un momento de vulnerabilidad muy fuerte y ahí pienso que los que más me han jalado son mis hermanos mayores quienes me dicen: “Qué pasa contigo, es que tú estás sola y la mayor caridad es con tu familia, vente a cuidar a mi mamá”.

Estas son las que considero como las fuertes en cuanto a si quiero ser o continuar siendo consagrada.

¿Ha cambiado su manera de sentirse en todo este tiempo dentro de la congregación?

“Es muy diferente, yo entré a los 19 años, tengo ahora 43 años y en realidad los primeros años los vives con mucha ilusión y a la vez tiene muchos retos pero no tienes elementos para decidir, ahorita tengo mucho gozo de continuar en la vida religiosa me siento feliz en la vocación, sin embargo, los retos son mayores y hay muchas situaciones no sólo en la vida religiosa, sino a situaciones externas como cuando me subo al metro o al autobús y la gente me ve, para mí es un reto, porque es un estado de vida que así he decidido que sea.

Cuando yo estaba recién profesa, no sabía todos los retos que hay en la vida religiosa. Hay un voto que nosotras no hacemos pero sin embargo lo vivimos, es vivir en comunidad, y por más que tú digas, ya sé vivir en comunidad siempre para mí ha sido uno de los retos mayores, porque cada año convives con hermanas distintas”.

La experiencia que tuvimos en compañía de Isabel fue muy amena, contrario al lugar común que podemos tener de una religiosa o monja, su personalidad es muy dinámica, y extrovertida.

La mayoría del tiempo está riéndose o haciendo bromas, no tienen ningún problema en establecer contacto con las personas.

Durante nuestra caminata por las calles, las personas la saludaban con alegría y también ella establecía contacto con los desconocidos, específicamente con los niños.

Por otro lado conocimos a Teresa, monja enclaustrada de la orden de las Adoratrices perpetuas del santísimo sacramento, conocida como Hna. María de la Inmaculada de Sta. Teresita, de cariño “Macu”, quien descubrió su vocación casi de manera instantánea al pasar frente a una capilla.

“Yo no sabía distinguir entre muchos aspectos dela religión, para mí era todo igual. O sea, para mí un seminarista, un sacerdote, hermana, monja o padre, era igual, yo generalizaba. Un día me invitaron a una fiesta, pero en lugar de eso me metí a una Iglesia, me dirigí hacia Dios y le dije: “¿Qué tú quieres que sea monja? A lo mejor si tengo un poquito de buena te puedo servir, y si soy mala me puedes hacer buena”. En seguida regresé a casa y le dije a mi mamá que quería convertirme en monja, por alguna razón ella estaba con un seminarista y él me preguntó que cuándo quería irme; yo le dije “mañana” él me dio 15 días para pensarlo y a los 15 días entré a mi congregación. Desde que llegué sentí que era mi lugar”.

Pero no todo es tan idílico como este testimonio, Macu ha pasado 30 años dentro de la congregación, 5 de los cuales fue retirada de la misma por problemas internos de convivencia. En otras palabras, como mencionaba la hermana Isabel: No es tan fácil convivir en grupos de sólo mujeres”.

Después de la breve descripción de sus actividades cotidianas nos preguntamos ¿Cómo es que un grupo que dedica su vida entera a la religión, en este caso las adoratrices, puede sostenerse económicamente?

Macu, nos mostró su taller de trabajo, ellas se dedican al bordado, añaden símbolos religiosos a los ornamentos que usan los sacerdotes o que se utilizan en las capillas e iglesias.

Es un taller pequeño que sólo trabaja sobre pedido, por lo tanto, los horarios de trabajo de las monjas son directamente proporcionales a la cantidad de pedidos demandados.

El estilo de vida de estas mujeres es austero en el sentido de que no suelen salir del convento y utilizan gran parte de su día orando y adorando, como su nombre lo indica, al Santísimo que permanece expuesto día y noche. Están completamente entregadas a la fe y por el testimonio de Macu, hay poco espacio para dudar.

No obstante, la vida religiosa no es una vida fácil, y es por ello que buscamos fuentes que están o estuvieron en proceso de ingreso a ésta.

Paulina Reyes de 23 años, nos compartió la experiencia de prueba que tuvo con las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta, estuvo 9 meses a prueba y posteriormente se retiró para continuar con su licenciatura en psicología:

“Lo que más me impactó fue cómo me recibieron […] una monja me enseñó una rosa súper bonita, nunca había visto una rosa tan grande y tan roja, […] sólo me estaba enseñando los pétalos: “¿Ves esta flor? Así es nuestra vida, y entonces movió la mano y vi el tallo lleno de espinas. Es muy bonita, pero está llena de dolor”. Y sí, es una vida de mucha pobreza, ellas tomaron el estilo de vida de la gente más pobre de la India, yo estaba acostumbrada a muchas comodidades. Ellas tienen sus formas, y cuando estás ahí no te explican cómo hacer las cosas, no tienen lavadora, ni trapeadores, ni muchas cosas; todo es por tiempo.

Nos levantábamos a las 4 de la mañana y cuando sonaba la campana, todas de rodillas rezando. Por ejemplo, si lavabas no te daba tiempo de lavar tu ropa, a ver cómo le hacías porque al día siguiente no tienes ropa; sólo usábamos dos cambios de ropa.

Fue difícil, pero pienso que si realmente te gusta lo que haces, puedes vivir así, te acostumbras”.

¿Qué te llevó a retirarte de la congregación?

“Trabajé con muchos niños con problemas físicos, el menor de los problemas era el síndrome de down, con ellos me di cuenta de que necesitaban ayuda y que yo necesitaba estar preparada para poder realmente ayudarlos, yo dejé la carrera de psicología para entrar a esto, después pensé que si terminaba la carrera y con todo el conocimiento podría ayudar más. Yo creo que sí hubiera entrado ahora que termino la carrera, no me hubiera salido”.

¿Piensas volver?

“No sé, ahorita tengo una relación de noviazgo desde hace dos años, pero es una experiencia que tal vez sí volvería a repetir”.

Claramente la posibilidad de formar una familia es una de las cosas a considerar antes de ingresar a una orden religiosa. Conocimos la historia de tres mujeres, pero queríamos saber más sobre esta toma de decisiones, por lo que acudimos a opiniones de hombres.

Emanuel Castro, a sus 23 años ha decidido dejar la licenciatura en contabilidad y explorar un cambio de vida para prepararse para el sacerdocio, ingresando al seminario de la Diócesis Guadalupana de Cuautitlán.

Osvaldo Castro, su padre, nos contó un poco de la infancia de Emanuel: “En cuanto a la religión, en casa, mis hijos tenían mucha libertad, lo único que hice para tratar de evangelizarlos fue inscribirlos a las clases de catecismo… Ahora a veces los escucho decir: ¿te acuerdas cuando mi papá nos llevaba al catecismo y en vez de entrar nos quedábamos jugando en el patio?”.

Osvaldo nos comentó que la decisión de Emanuel de unirse al seminario fue un cuánto inesperada, él había partido a un retiro espiritual un fin de semana y durante éste envió un SMS anunciando su decisión.

Le preguntamos a Emanuel cuál fue el cambio más difícil al entrar al seminario.

“La libertad, ahora tengo que pedir permiso para todo, tengo tiempo limitado para el celular, para la computadora, pasamos mucho tiempo encerrados, yo creo que deberíamos salir más, siento que no nos enteramos de lo que pasa allá fuera con la gente y nuestro trabajo es para ellos…si nos encierran para no caer en tentación creo que es una tontería, algún día vamos a salir y la tentación estará ahí.

La verdad es que la sociedad ha provocado mucho que nos restrinjan, si nos ven una fiesta, o nos ven tomándonos una cubita, ya al día siguiente está el chisme de que el padrecito está bien borracho, (…) lo mismo si te ven abrazando a alguien ya eres un pederasta o un doble vida. La gente nos exige mucho y no se dan cuenta del trabajo que hacemos (…) es muy fácil señalar”.

¿Cuál es tu opinión del debate sobre si los sacerdotes deberían poder tener familia o no?

“Una vez platicando un padre nos enumeró todas las cosas que un sacerdote debe hacer, tiene que preparar pláticas rezar, ver a la comunidad, preparar actividades… “¿Ustedes creen que si tuviera esposa o familia tendría tiempo de hacer todo eso?”… Me dejó pensando”.

¿Alguna vez dudaste?

“Sí, claro que dudas, pero son cosas que se tienen y se pueden trabajar, es una experiencia muy grata y vale la pena todos los sacrificios”.

Finalmente, quisimos saber el testimonio de alguien que tras haber dudado decidió tener un cambio en su forma de vida y nos encontramos con esta maravillosa historia de amor.

Ricardo Alonso García de   39 años acompañado de su esposa Norma Tirado nos compartió su experiencia como sacerdote ahora que se ha retirado y tiene una familia.

Ricardo estudió filosofía y teología, realizó su noviciado en la ex hacienda La Jordana en Atlacomulco, y se ordenó como sacerdote. Vivió como religioso, después de los votos perpetuos, cinco años de su vida.

“Yo quería ser misionero, quería que me mandaran a África, a Sudamérica o a donde fuera. Cuando estaba buscando congregación decidí que sería la Marista, por su modo de vivir, en comunidad, con sencillez… y ahí entré” –dijo Ricardo.

No lo mandaron de misiones, pero trabajó en pastoral con jóvenes, uno de ellos fue el Colegio Franco Inglés en el Distrito Federal.

Nos comentó que durante su labor como sacerdote vivió las mejores experiencias de su vida. Incluso, los testimonios de los jóvenes con los que trabajó afirman que él generó un gran cambio en sus vidas; la mayoría lo recuerda como una persona jovial y entregada y reconocen que la etapa de trabajo con él, fue crucial para su formación como persona.

“Él hacía participes a los jóvenes de la vida religiosa a partir de innovaciones en la forma de transmitir una evangelización, en las horas santas nos daba al Santísimo (que no se puede tocar) en las manos para compartirnos un poco de lo que él sentía, él nunca dejó que la experiencia fuera sólo para él”. –Comparte Karstin Nissen, exalumno del Colegio Franco Inglés.

Después de conocer algunas de las opiniones de los estudiantes con respecto a la convivencia con Ricardo, nos quedamos con algunas preguntas en el aire:

¿Por qué abandonar cuando estas dejando una huella tangible? ¿Por qué dejar la orden? ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

“Pues muchas cosas, de entrada la desilusión de la forma de vida de otros sacerdotes… si tú haces voto de castidad, de pobreza … pues se cumple, yo me encontré con muchos Padres que tienen sus tarjetas de crédito y pues el dinero es el dinero… ¡Y les encanta! Siempre ha habido rumores de que había padres que tenían mujeres e hijos, pero cuando lo vi, no me parecía justo, no es justo que vivan una doble vida o que se aprovechen de la gente cobrando por las bendiciones.

Por otro lado, la presión que ciertas jerarquías estaban ejerciendo en Ricardo lo obligó a enfocar su mente y corazón en otras cosas: “A mi casi casi me corrieron, varias veces me dijeron que por mi forma de vestir, por mi forma de hablar con los chavos y de dar la eucaristía, no me veían como Padre, que porque era muy alegre… entonces, ya que la Iglesia me estaba negando la oportunidad de amar a mi manera, pues me fui abriendo a la posibilidad de amar a una mujer”.

Norma Tirado, esposa de Ricardo Alonso nos platicó su versión.

“A mí me dijeron que me iban a presentar a un Padre, cuando llego me presentan al Padre Vicente y él me dice: “él es Ricardo”. Nunca me dijo que era Padre… yo lo vi y pensé: amor a primera vista, éste me lo mando diosito, con todo y padrecito vino”.

Norma nos platica que por la forma de vestir no creía que Ricardo fuera sacerdote y que tuvo que ir a verlo a dos misas para creerle que era un religioso, ella nos aclara “Nosotros hicimos las cosas bien, fuimos amigos y siempre respetamos a todos los creyentes, nunca tuvimos una doble vida. Cuando yo me di cuenta que sentía cosas por él, traté de alejarme, él hizo lo mismo”.

A pesar de los esfuerzos por separarse iniciaron una amistad que culminó en el enamoramiento.

Norma sentía la necesidad de saber si era correspondida o no, al confrontarlo: “Yo necesitaba saber, entonces bien mensa, se me ocurrió ponerme borracha, como buena mexicana me emborraché, y ya bien borracha le dije: “Oye, te quiero dar un beso, si te lo doy ¿me lo devuelves?”. Y que me da el beso. Al día siguiente yo no quería ni contestarle el teléfono, pensaba: Dios me va a castigar, ¡Besé al padrecito!”.

¿Cómo es el proceso en el que se dan cuenta que los dos se gustan y que él sigue siendo sacerdote?

“Sentí miedo, pero a mí me formaron para ser auténtico, y pensé, pues si aquí no me quieren como soy, me voy y voy a amar a una mujer, sin doble vida, no me voy porque no me guste lo que hago, amo lo que hago” –dijo Ricardo.

Norma respondió: “Sabía que íbamos a ser juzgados y que la mujer lleva la peor carga, para los demás, yo iba a ser la que se le metió hasta por los ojos, pero estaba arriesgando mi felicidad por las opiniones, hasta la fecha su familia no me acepta, pero tenemos esperanza”.

Ambos han sido juzgados por quienes pensaron que jamás les darían la espalda, especialmente Ricardo, ahora que está fuera del sistema religioso nos comparte sus opiniones al respecto.

A pesar de haber sido decepcionado por mucho del manejo de la Iglesia y compararla con un estado, su opinión sobre la religión se ha vuelto más íntima, considera que la Iglesia debe abrirse a nuevos panoramas, y permitir que sus sacerdotes puedan hablar del amor desde el amor: “Si permitieran que nos casaramos y que formaramos una familia, nuestro trabajo estaría dando muchos frutos, no es lo mismo dar terapias de pareja, pláticas matrimoniales si no lo has vivido a cuando vives el amor y el perdón directamente. No se le debe negar la oportunidad de amar, a los religiosos”.

Después de todo nuestro recorrido pudimos darnos cuenta que la vida religiosa es mucho más profunda de lo que la sociedad logra percibir en su cotidianidad. No todas las cosas son color de rosa como muchos creyentes lo plantean, vivir como religioso conlleva muchos sacrificios.

De igual manera, la problemática actual en cuanto a la pederastía y los abusos de la Iglesia como institución, no implican que todo religioso sea participe de dichas fallas. Sin embargo, los problemas existen, y no hay que ignorarlos.

La religión católica y la Iglesia en específico son una fuente poder y de opinión muy importante en la actualidad; practiquemos o no una religión, seguimos hablando de seres humanos y de temas sociales que nos benefician o afectan en común.